Hay tres factores que influyen mucho en que las personas a la hora de contestar a las tres preguntas de las que hablábamos la semana anterior decidan salir de la España vaciada. Se trata de la mentalidad de las personas, del paradigma economicista en el que vivimos y de las políticas públicas.
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La mentalidad actual prioriza la comodidad sobre otros aspectos de la vida. Somos personas auto-referentes que buscamos, sobre todo, el éxito rápido, el cumplimiento de objetivos personales, el tener muchas cosas para poder gozar de un mayor bienestar, una posición social determinada por la comparación con los otros, la rapidez y la posibilidad de hacer muchas cosas y sentir que no paramos, que tenemos la existencia llena sin tiempo para aburrirnos.
Esta concepción hace que la vida en las zonas vaciadas aparezca como un fracaso de quienes allí se quedan. Porque en ellas es difícil subir en la escala social, poder tener éxito social con una posición envidiable por los otros, ser eficiente y muy productivo, hacer muchas cosas y tener altos cargos. Todo esto parece que solamente se puede alcanzar en las grandes ciudades, en los lugares muy poblados, en los que logras un reconocimiento social y unas carreras profesionales que te permitirán incrementar tus ingresos y la posibilidad de obtener un elevado nivel económico.
En segundo lugar, el paradigma economicista está muy ligado a la mentalidad de las personas, porque prioriza el crecimiento económico y lo que busca es la mayor eficiencia para que la producción sea máxima. Para ello hay que situar los factores de producción en los lugares que sean más productivos y como esto supone concentrarlos en aquellos espacios más adecuados, el vaciamiento de los sitios que son menos eficientes no es un problema, sino la consecuencia lógica del buen funcionamiento del sistema.
Por último, las políticas públicas tienen también una importancia capital, ya que suelen apoyar a los lugares en los que se concentra mayor población, porque ahí es donde hay más beneficiarios. Las dinámicas de despoblación llevan a que deje de tener sentido económico y político contar centros de salud, oficinas de correo, bancos u otros servicios en lugares que solamente tienen una cantidad considerable de habitantes los fines de semana o en vacaciones. Es mejor concentrarlos en lugares más poblados.
Al mismo tiempo, muchos servicios públicos en zonas vaciadas se dimensionan pensando en el flujo de visitantes de segunda residencia que llena estos lugares en periodos cortos de tiempo. Al ser los recursos escasos, algunas necesidades de sus habitantes permanentes se descuidan en favor de otras orientadas especialmente a quienes pasan allí solamente breves periodos de tiempo.
Una política que quiera llenar la España vaciada tiene que incidir necesariamente en estos tres puntos:
- cambiar la mentalidad,
- construir otro paradigma económico para nuestra sociedad y
realizar políticas públicas de apoyo a las zonas despobladas de nuestro país.