José Francisco Gómez Hinojosa, vicario general de la Arquidiócesis de Monterrey (México)
Vicario General de la Arquidiócesis de Monterrey (México)

¿Qué le regalamos?


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Todavía con la resaca de estos días, y el caudal de estímulos que llegan a ser agobiantes, una cosa me queda cada vez más clara: la Navidad supera con mucho lo meramente religioso, y se convierte en un fenómeno que traspasa todas las culturas.



Leí decenas de textos escritos por autores que se consideran si no ateos al menos agnósticos y que, de una manera u otra, celebraron la Noche Buena en familia, siguieron al pie de la letra las tradiciones culinarias heredadas de sus padres, y compartieron buenos deseos con sus seres queridos.

Me consta de muchas personas que la dieron a la celebración un cariz distinto a la del fin de año: de un toque más familiar y reflexivo, el 24 y 25, a una fiesta con más ruido y alharaca, el 31.

Pero para no pocos fieles estamos ante un evento cargado de simbolismo religioso, de profunda espiritualidad. Aunque se recuerda cada año el nacimiento del Niño Dios, nosotros no somos los mismos de hace 12 meses, de ahí que siempre hay una novedad en lo celebrado. En esta ocasión tuve una experiencia que convirtió a la Navidad en algo diferente.

Michael Payne ROH_NxHv5J8 Unsplash

Nacimiento. Foto: Unsplash

Al terminar la misa del 24 por la noche, mientras varias familias se tomaban fotos al lado del pino o frente al nacimiento, un niño se me acercó y me preguntó si podía dejar una cajita junto al pesebre. Al decirle que sí, e interrogarle qué era lo que iba a depositar, con una luminosa sonrisa respondió: “es mi regalo para el Niño Dios“.

Sus papás me explicaron que, en una hoja de su cuaderno escolar, había escrito sus ‘regalos’: portarse bien, hacer los deberes del colegio, obedecer a sus padres, no pelearse con su hermanita, etc.

Para rematar mi asombro, el pequeño me cuestionó: “¿y tú qué le vas a regalar?… porque a los bebés cuando nacen se les llevan regalos”.

La reflexión del infante, tan sencilla como profunda, nos plantea a los adultos un serio cuestionamiento navideño: esperamos que el recién nacido nos traiga algo -paz, bienestar, prosperidad económica, salud, etc.- o estamos dispuestos a ‘darle’ algo.

Vale, pues, la pregunta del niño: ¿qué le regalamos al recién nacido?

Pro-vocación

Y ahora que inicia el año jubilar, surge de nuevo la preocupación por la indulgencia plenaria. A pesar de los esfuerzos que obispos y curas realizan para explicarla, y quitarle su carga mágica, en no pocos creyentes se sigue considerando como una coraza de inmunidad que garantiza la salvación. ¿No sería mejor insistir en la vivencia de las obras de misericordia durante todo el año, pero no como pase de abordar al cielo, sino como expresión del seguimiento de Jesús?