Un camino
Francisco confesaba antes de llegar a Roma que la lluvia le ha permitido disfrutar del paisaje rumano gracias a que ha tenido que realizar dos trayectos en coche. El papa parecía entusiasmado relatando su periplo por los bosques rumanos. Y es que Francisco viene impresionado se su viaje número 30 fuera de Italia como pontífice. Un viaje a un país de minoría católico, rodeado de leyendas desde los zíngaros hasta el conde Drácula en el que Francisco ha podido acercarse a sus líderes, a sus iglesias y a las angustias de sus gentes.
En el vídeo previo al viaje, el papa Francisco se mostraba dispuesto a hacer realidad el lema de la visita: “caminar juntos”. Juntos con los católicos y con los que no lo son, porque, decía, “los lazos de fe que nos unen se remontan a los apóstoles, en particular al vínculo que unía a Pedro y Andrés, que, según la tradición, trajeron la fe a vuestras tierras. Hermanos de sangre, también lo fueron en derramar su sangre por el Señor”.
Tras tres días llenos de itinerarios intermedios, Francisco ha resaltado ante las autoridades y la sociedad civil que “la Iglesia católica no es extranjera, sino que participa plenamente en el espíritu nacional rumano” a través de la implicación de los creyentes rumanos. Frente al recelo del pasado, el Papa recordó que “las Iglesias cristianas pueden ayudar a redescubrir y alimentar ese corazón palpitante del que brote una acción política y social que partiendo de la dignidad de la persona lleve a comprometerse con lealtad y generosidad por el bien común de la comunidad”.
Una colaboración que pasa de la política al diálogo entre las distintas confesiones cristianas. Por eso Francisco ha pedido a los líderes de la Iglesia ortodoxa rumana que “reavivemos la memoria de comunión”. “El recuerdo de los pasos que hemos dado juntos nos anima a continuar hacia el futuro siendo conscientes de las diferencias, pero, sobre todo, con la acción de gracias por un ambiente familiar que hay que redescubrir, con la memoria de comunión que tenemos que reavivar y que, como una lámpara, dé luz a los pasos de nuestro camino”, ha señalado en el encuentro con el patriarca Daniel y el Sínodo Permanente de la Iglesia Ortodoxa, la mayoritaria del país. “Necesitamos escuchar juntos al Señor, especialmente en estos últimos años en que los caminos del mundo nos han conducido a rápidos cambios sociales y culturales. Son muchos los que se han beneficiado del desarrollo tecnológico y el bienestar económico, pero la mayoría de ellos han quedado inevitablemente excluidos, mientras que una globalización uniformadora ha contribuido a desarraigar los valores de los pueblos, debilitando la ética y la vida en común, contaminada en tiempos recientes por una sensación generalizada de miedo y que, a menudo fomentada a propósito, lleva a actitudes de aislamiento y odio”, ha recordado.
Una oración
Uno de los momentos más expresivos de este viaje será seguramente el rezo conjunto del Padrenuestro en la nueva Catedral ortodoxa. “Unidos en la oración de Jesús, nos unimos también en su experiencia de amor y de intercesión”, dijo Francisco tras rezar en voz baja la oración de Jesús escuchando cómo los fieles lo hacían en rumano. En el Padrenuestro, para Francisco, se pide al Padre que amplíe “nuestros horizontes para no reducir a nuestros límites tu misericordiosa voluntad de salvación, que quiere abrazar a todos”. Pidiendo el pan de cada día se implora, además, “el pan de la memoria, la gracia de que fortalezcas las raíces comunes de nuestra identidad cristiana, indispensables en este tiempo en el que la humanidad, y las jóvenes generaciones en particular, corren el riesgo de sentirse desarraigadas en medio de tantas situaciones líquidas, incapaces de cimentar la existencia”. Así es el ecumenismo de la oración.
Ya en la catedral católica de San José, ante la diversidad litúrgica de los católicos orientales, Francisco señaló que “la cultura del encuentro nos impulsa a los cristianos a experimentar el milagro de la maternidad de la Iglesia que busca, defiende y une a sus hijos”. “Cuando ritos diferentes se encuentran, cuando no se antepone la propia pertenencia, el grupo o la etnia a la que se pertenece, sino el Pueblo que unido sabe alabar a Dios, entonces acontecen grandes cosas”, sugirió.
Otro símbolo de referencia para el catolicismo rumano es el santuario mariano de Sumuleu-Ciuc, en la región de Transilvania. Anticipando la romería de Pentecostés que se celebra en el agreste lugar, Francisco rezó a María: “Madre enséñanos a hilvanar el futuro”. “Caminemos y caminemos juntos dejando que sea el Evangelio la levadura que lo impregne todo y regale a nuestros pueblos la alegría de la salvación”, invitó en la homilía.
Francisco ha disfrutado mucho un encuentro especial entre jóvenes y familias. “Los abuelos sueñan cuando los nietos van a delante, y los nietos tienen valor cuando retoman las raíces de los abuelos”, dijo hablando espontáneamente con las familias recurriendo a una de sus preocupaciones. “El Señor nos da a todos una vocación que es una provocación para ayudarnos a descubrir los talentos y habilidades que poseemos y por qué los ponemos al servicio de los demás. Nos pide que usemos nuestra libertad como libertad de elección, que digamos “sí” a un proyecto de amor, a una cara, a una mirada”, expuso. Por eso, invitó a jóvenes y mayores a “abrir caminos para caminar juntos”, a convertirse en “peregrinos del siglo XXI, capaces de una nueva imaginación de los lazos que nos unen”.
Unos testigos
Uno de los momentos esperados del viaje ha sido la beatificación de siete obispos greco-latinos asesinados durante el comunismo cuando cumplían prisión por no renegar su fe católica. El testimonio de estos prelados que “manifestaron una fe y un amor ejemplar hacia su pueblo” y son una advertencia para el día de hoy en el que “reaparecen nuevas ideologías que, de forma sutil, buscan imponerse y desarraigar a nuestros pueblos de sus más ricas tradiciones culturales y religiosas”. Y es que para Francisco las “colonizaciones ideológicas que desprestigian el valor de la persona, de la vida, del matrimonio y la familia dañan con propuestas alienantes, tan ateas como en el pasado, especialmente a nuestros jóvenes y niños dejándolos desprovistos de raíces desde donde crecer”.
El último momento del viaje fue la visita a un barrio de mayoría gitana. Francisco pidió perdón por las discriminaciones a las que han sido sometido: “Os pido perdón porque os hemos maltratado”, ha dicho rotundamente. “Pido perdón —en nombre de la Iglesia al Señor y a vosotros— por todo lo que a lo largo de la historia, os hemos discriminado, maltratado o mirado de forma equivocada”, abundó. “Cuando prejuzgamos no somos cristianos. En la Iglesia de Cristo hay lugar para todos”, añadió Francisco.