DOMINGO
“Cuando somos imitadores de Cristo, Dios es capaz de tocar el corazón de otros”. Lo cuenta Omar en su homilía. Y no le falta razón. Pero mi cabeza se va por otros derroteros. Por el daño que podemos causar cuando, en lugar de imitar, caricaturizamos el mensaje del Evangelio. Como aquellos que se disfrazan de alguien que no son y acaban ridiculizando a aquel a quien pretenden emular. Una especie de ‘Tu cara me suena’ de segunda regional. Difuminamos el rostro de aquel a quien queremos contagiar para hacerlo irreconocible.
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LUNES
Primera imagen del Papa. Hay quien se detiene en los porqués del vaso con una pajita en el altar, en la estola dada la vuelta, en la amplitud del alba, en la mano hinchada. ¿Y en la actitud orante? ¿Nadie se lo pregunta?
MARTES
Funeral de Sebi. Que el sacerdote que preside diga de ti que eres “un disfrutón de la vida” es el mejor elogio que se puede hacer a alguien que ha partido a la casa del Padre. “Al cielo van quienes son felices”, apunta Luis desde el altar. E insiste: “Era un amante de la vida”. Ojalá copiar y pegar esa filosofía vital, que no es otra que la que marcan las bienaventuranzas, que no es otra que el sueño de Dios para cada uno.
MIÉRCOLES
Me cuentan que el obispo José Mazuelos viajaba en un vuelo de Madrid a Gran Canaria cuando uno de los pasajeros sufrió un infarto. La tripulación activó el protocolo de emergencia y preguntó por la presencia de un médico. El pastor levantó la mano. Pero a la azafata no le cuadraba que aquel señor con alzacuellos tuviera otro título más allá de la teología. Tanto es así que intentó buscar otra alternativa. Cuando ya no le quedó más remedio, echó mano de Mazuelos, que, rápidamente, se acercó al enfermo y planteó aterrizar de inmediato, puesto que, de lo contrario, el hombre no llegaría vivo a la isla. Así se hizo. Superada la crisis, la azafata se acercó al obispo para pedirle disculpas. Porque sus prejuicios y etiquetas no le dejaron ver que aquel prelado no solo era cura de almas.