El congreso general
La Pascua le ha traído al Opus Dei la celebración de un Congreso general extraordinario para aplicar en la vida y en los documentos de la obra las disposiciones del papa Francisco en su Motu proprio ‘Ad charisma tuendum’ firmado el 14 de julio de 2022. Un documento breve de seis artículos que trata de encajar mejor en la estructura de la Iglesia esta Prelatura de tal manera que su ‘fisonomía’ quede mejor engarzada en la evolución que va viviendo la eclesiología posconciliar y la última reforma de la Curia romana.
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El documento papal llevaba aparejadas algunas decisiones como la dependencia del Dicasterio del Clero –y no de la Congregación de Obispos– o la exigencia de una mayor audacia carismática en el gobierno –especialmente el del Prelado que ya no será ordenado obispo y, por lo tanto, dejará las insignias pontificales–.
Esta adaptación no es extraña en un camino amplio en fórmulas y organización desde la intuición inicial de san Josemaría Escrivá de Balaguer durante unos ejercicios espirituales en 1928. Aprobado en la diócesis de Madrid en 1941 surgirá pronto la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y el reconocimiento universal llegará en 1947 con la aprobación pontificia, ya pudiendo entonces admitir personas casadas o sacerdotes diocesanos. Tras el concilio comenzó el camino de la prelatura personal desde el congreso general de 1969 hasta la erección por Juan Pablo II el 19 de marzo de 1983, años después de la muerte del fundador el 26 de junio de 1975.
Desde 2017 el prelado es Fernando Ocáriz, confirmad por el papa Francisco. En torno al Opus Dei hay unas 93.600 personas, de las cuales 2.093 son sacerdotes, según los datos publicados para este congreso. Del total, aproximadamente, el 60% son mujeres y el 40% hombres, una diferenciación importante ya que en la práctica en el congreso extraordinario unos y otras trabajan en paralelo. Hasta la llegada del documento, las insistencias del prelado estaban centradas en la formación de los miembros, la trascendencia de la familia, el apostolado con la juventud, la reestructuración de las circunscripciones para atender mejor la labor apostólica propia, así como la organización del centenario de la fundación.
En medio de todo esto ha llegado esta asamblea extraordinaria –la ordinaria es cada o cho años– que se celebró en Roma del 12 al 16 de abril. “En sucesivas sesiones, se estudiarán las propuestas elaboradas y lo que resulte como texto final se votará el último día”, señalaba el prelado en su carta de convocatoria. En ella advertía que “en este caso no puede haber una comunicación inmediata del resultado final, pues se debe enviar al Dicasterio del Clero, para el estudio de la Santa Sede, a quien corresponde aprobarlo”. Algo que parece que se produciría tras el verano.
En esta tarea han estado 126 mujeres y 148 hombres en dos residencias del Opus Dei de Roma, aunque han ido a la sede de Villa Tevere para la misa inicial en la Iglesia de la prelatura. Los sacerdotes han sido 90 –una tercera parte del total de congresistas–. La presidencia ha correspondido, lógicamente, al prelado Ocáriz que en el documento de Francisco ha recibido el título honorífico y tratamiento (secular y no tanto eclesiástico) de “protonotario apostólico supernumerario”.
El amigo
“No es una cuestión solo del Opus Dei, sino de las prelaturas personales. En el esquema de la Curia, el Opus Dei dependía de la Congregación de Obispos, pero en el Código de Derecho Canónico las prelaturas se encuadran de otro modo, y había que unificar el criterio”, explicaba el Papa en una entrevista al Abc en la que señalaba el cambio más lógico a la Congregación del Clero. Además destacaba el Francisco: “Lo hice dialogando con ellos. Además, soy amigo desde la Argentina de Mariano Fazio (vicario auxiliar del Opus Dei). Ha sido una cosa serena y normal hecha por canonistas, trabajaron incluso canonistas del Opus en el proceso”.
A las reacciones al documento, el pontífice bromeaba en la misma entrevista: “Algunos por una parte decían ‘¡Por fin el Papa les dio a los del Opus…!’ ¡No les di nada! Y otros, de otra parte, decían ‘¡Ah, el Papa nos invade!’. Nada de eso. La medida es una reubicación que había que resolver. No es correcto agigantar la cosa, ni para hacerlos víctimas, ni para hacerlos reos que recibieron castigos. Por favor. Soy muy amigo del Opus Dei, los quiero mucho y trabajan bien en la Iglesia. El bien que hacen es muy grande”, sentenciaba.
El futuro
El prelado ha emitido diferentes comunicados en el último año y las palabras y los hechos del Papa ahí están –lo último la inclusión de Ocáriz el pasado 25 de abril entre los consultores en la sección para las cuestiones fundamentales de la evangelización en el mundo del Dicasterio para la Evangelización–. Tras 40 años de la creación de la prelatura por Juan Pablo II llega el momento de tomar el pulso a la misión del Opus Dei en el mundo.
Mientras en lo organizativo parece haber algún fleco. Y es que la dependencia del Dicasterio del Clero es extraña para una organización de tanto compromiso laical, aunque gobernada por sacerdotes. En cualquier caso, para quienes la fórmula de la prelatura encarnaba a la perfección el carisma original de Escrivá este ‘motu propio’ tiene cierto toque agridulce que puede derivar incluso en crisis de identidad de mayor o menor envergadura. Algo que es más importante que la cuestión de los posibles privilegios o vestiduras.
Puede que haya otra tarea pendiente en el Opus Dei. Ahora que la institución está afrontando, como en el resto de la Iglesia, los casos de abuso producidos en sus obras; la cuestión de los que han abandonado el Opus es una herida no cicatrizada del pasado. El testimonio crítico de algunos antiguos miembros que incluso convivieron tiempo con Escrivá –especialmente dentro de las numerarias o la auxiliares– no ha obtenido una respuesta que al menos aporte cierta serenidad. Más allá del retrato de la situación emocional y mental de quienes han tenido una mala salida del Opus, ha habido hombres y mujeres que han confiado en un verdadero camino de santificación reconocido por la Iglesia. Un camino que no es tan burdo como Dan Brown cree pero que no es tan ideal como muchas veces algunas personas de la institución parecen retratar.