El gesto
El pasado 1 de agosto la Catedral de Santa María de Lugo acogió un “gesto especial de adoración al Santísimo Sacramento”, algo que impulsó y presidió el obispo Alfonso Carrasco, para “honrar públicamente la Eucaristía, tras la parodia de la Última Cena en los Juegos Olímpicos de París, y profesar nuestra fe en el Señor Jesús como verdadero Salvador, camino, verdad y vida”, según aseguran desde la diócesis. La propuesta surgió casi inmediatamente después de la ceremonia ya que, escribió el obispo: “a muchos ha llamado la atención y a muchos nos ha disgustado la presentación de una parodia de la Última Cena en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos en París, retransmitida a todos los países”. No ha sido la única propuesta reparadora e incluso circulan listas públicas de obispo valientes en su condena.
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“No era posible que nos dejase indiferentes a los que creemos en el Señor Jesucristo, a nadie que crea realmente en Dios, que respete lo sagrado de la conciencia del prójimo, la dignidad de quien afronta la vida desde el amor a la verdad reconocida con la mente y el corazón”, señalaba el prelado. “Para nosotros es grave, ante todo, la banalización radical del Evangelio, la negación ante el mundo entero de su significado propio por parte de tan gran institución, que implica a Estados y naciones. Es una forma de normalizar el rechazo de la fe cristiana, contradiciendo lo más íntimo y precioso de la vida eclesial y denigrando directamente a la persona de Cristo, la realidad de su amor y su entrega hasta la muerte por la salvación de todos”, denunciaba Carrasco antes de proponer ese gesto de reparación.
En su homilía en esta celebración reivindicó que “nuestra libertad consiste en el poder que Dios nos dio de disponer de nosotros mismos y de nuestra vida” algo que hacemos “en la medida en que conocemos la verdad de las cosas, de nosotros mismos y de Dios; porque entonces, si queremos, podemos adherirnos a la verdad reconocida y dar en consecuencia la forma adecuada a nuestra existencia”. “Este respeto profundo por la búsqueda más humana de la verdad, por la libertad de la conciencia, está en los fundamentos de nuestra civilización y habría de ser promovido especialmente en momentos de encuentro universales, como la celebración de los Juegos Olímpicos. De ahí el inevitable rechazo de quienes vemos banalizadas ante el mundo entero las realidades para nosotros más preciosas y decisivas, y distorsionado su sentido”, denunció ante la parodia, “del modo más público y expreso”, de la eucaristía.
La performance
Yendo al origen de la ofensa, todo empezó el pasado 26 de julio cuando la caótica y pasada por agua ceremonia de inauguración de los juegos incluyó un segmento dedicado a la moda francesa que incluyó una mezcla de banquete pagano y un cuadro escénico similar la ‘Última Cena’ de Leonardo Da Vinci con una mesa rodeada de ‘drag queens’ siendo una reivindicación queer resistiéndose contra lo normativo.
Dos días después la organizadora de los Juegos Olímpicos París 2024, Anne Descamps, dejaba su silencio y se disculpaba diciendo que “si la gente se ha sentido ofendida, por supuesto que lo lamentamos mucho, mucho”. Ahora bien, Descamps defendió su elección del dramaturgo y activista francés Thomas Jolly a quien se le encargó el espectáculo: “Intentó celebrar la tolerancia comunitaria. Creemos que consiguió este objetivo”, señalaba ella un día antes de que Jolly negase toda vinculación con la escena bíblica y se fuese por el Olimpo griego. El polemista llegó a asegurar que “no quiero ser subversivo, ni burlarme ni escandalizar”. “Sobre todo, quería enviar un mensaje de amor, un mensaje de inclusión y en absoluto de división”, comentó tras el aluvión de críticas.
Por su parte, pasados los días, Barbara Butch, DJ francesa y activista por los derechos de la mujer, que aparece en primera plana en la escena, en el centro de la mesa con una particular aureola, informó que ha interpuesto una demanda para defenderse de los “numerosos insultos antisemitas, homófobos, sexistas y gordofóbicos” que ha recibido a través de las redes según explicaba su abogada Audrey Msellati en las redes sociales de la artista.
Las reacciones
La protesta institucional por parte de la Iglesia a pesar del escueto comunicado del Vaticano el sábado 3 de agosto ha sido –más allá del lamento de eclesiásticos repartidos por todo el mundo– de la Conferencia Episcopal Francesa y su comité específico para estas olimpiadas bautizado como ‘Holy Games’ señalando que la ceremonia contenía “escenas de burla y mofa del cristianismo”. Sin embargo, a la denuncia se han unido distintas confesiones cristianas y las grandes tradiciones religiosas. Una de los críticos ha sido el presidente turco Recep Tayyip Erdoganque, según comentó, llamó al papa Francisco para mostrar su solidaridad y su “indignación” por las “manifestaciones inmorales durante la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de París”, a lo que el pontífice le habría dado las gracias por su “sensibilidad contra la humillación de los valores religiosos”. Desde el gobierno turco transmitieron el enfado de presente porque “bajo el pretexto de la libertad de expresión y la tolerancia, se pisoteó la dignidad humana y se burlaron de los valores religiosos y morales, algo que ofende tanto a los musulmanes como al mundo cristiano”. Es más, reivindicó, que es “necesario alzar una voz unida y mostrar una actitud común contra estas ofensas”.
Desde el mundo musulmán ha hecho oír su voz también el líder supremo de Irán, el ayatolá Alí Jamenei. El clérigo ha escrito en sus redes sociales que “el respeto a Cristo es algo incuestionable entre los musulmanes”. Para él, “esas ofensas que se hacen a las grandes figuras de las religiones divinas, incluido Cristo, merecen a nuestro juicio ser condenadas”.
Antes, los musulmanes suníes a través de la institución religiosa egipcia de Al Azhar, condenaron “las escenas de falta de respeto a Cristo”. “Faltar al respeto a Jesucristo o a cualquiera de sus compañeros profetas es un acto de extremismo y barbarie temeraria“, se lee en un comunicado, en el que se advirtió “del peligro de explotar acontecimientos mundiales para normalizar la falta de respeto a la religión y promover la homosexualidad y la transexualidad”.
Yendo a otro tipo de reacciones, el pasado 2 de agosto escribía Irene Villa en su columna en el periódico ‘La Razón’ que “defender la inclusión y la libertad de cada uno para ser quien es y mostrarse como sienta, sin el yugo de lo convencional o lo procedente (allá cada cual mientras respete al resto) no está reñido con el respeto a las creencias religiosas”. “Creo que venimos al mundo a descubrir nuestros talentos y ponerlos al servicio de los demás, no a atentar contra nadie. Venimos a construir, a aportar, a dejar una buena huella, un buen legado”, añadía poco después para defender que “respetar es lo primero que todos tenemos que aprender cuando venimos al mundo”. Y es que, advertía citando a Alejandro Sanz, “de la tiranía no se vuelve”.
El cuadro
En lo que queda del refectorio del convento dominico milanés de Santa Maria delle Grazie ha subsistido a bombardeos y frailes el mural sobre yeso que el duque Ludovico Sforza encargó a Leonardo da Vinci y que realizó entre 1495 y 1498. Con casi nueve metros por algo menos de cinco está considerado para muchos una de las mejores obras pictóricas del mundo. Con razón el control de visitantes es férreo y en la sala se controla el flujo del aire permitiendo al espectador contemplar la obra solo durante 15 minutos. La representación forma parte del imaginario colectivo y fascinó a artistas como Andy Warhol o a los propios guionistas de los Simpson que, como de tantas cosas, han hecho también su parodia con menos alcance que estos juegos.
Tras la pintura en Milán comenzaron la copias y grabados en pequeños y grandes formatos como se han descubierto en distintas abadías y museos por medio mundo. Su valor enseguida estuvo en la perspectiva y en el detalle de la reacción de los grupos de apóstoles presentados en grupos de tres, algo que también se observa en cierto sentido en el otro cuadro en disputa en esta polémica, el ‘Banquete de los dioses’ del holandés Jan van Bijlert (1598-1691) y posterior a da Vinci y seguramente conocedor, pero no por ello tachado de blasfemo. Con indicios y declaraciones a favor y en contra parece que no se aclarará del todo la polémica. Solo quedan los gestos y las gestas colectivos e individuales de los deportistas –incluso de aquellos que muestran un guiño de fe–.