¿Qué tendría que pasar en Venezuela?


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El fin de semana pasado hubo concentraciones de protesta en centenares de ciudades del mundo contra el régimen de Nicolás Maduro. En la que se celebró en Madrid, cada vez que la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, mencionaba el nombre de José Luis Rodríguez Zapatero –claro apoyo del tirano venezolano–, los concentrados bramaban contra él.



El hecho me trajo a la memoria una costumbre de la celebración de la fiesta judía de Purim, una especie de carnavales que se festeja entre los meses de febrero y marzo. En la fiesta se lee en la sinagoga el libro de Ester, y cada vez que se oye el nombre de Amán –el villano de la obra, que quiso matar a los judíos del Imperio persa en época del rey Asuero (Jerjes I)–, los asistentes, especialmente los niños, acostumbran a hacer sonar matracas y abuchear.

La destrucción de los judíos

Amán, el dignatario de mayor rango después del rey, en su empeño por acabar con los judíos, había dicho a Asuero: “Hay un pueblo, disperso entre las gentes de todas las provincias de tu reino, que se mantiene apartado. Tiene leyes particulares y no cumple los decretos del rey. El rey no debe tolerarlo. Si tu majestad estima oportuno decretar su destrucción, yo entregaré trescientos cincuenta mil kilos de plata con destino al tesoro real” (Est 3,8-9). Aunque el malo de la película sea Amán, esta es la respuesta de Asuero a la propuesta del funcionario: “Quédate con el dinero; y con ese pueblo haz lo que quieras” (v. 11).

Dos religiosas con la bandera venezolana participan en una manifestación de apoyo a Edmundo

‘Purim’ significa “suertes”, y el libro de Ester presenta el cambio de suerte de los judíos: de estar destinados a la aniquilación a triunfar sobre sus enemigos. Un final bastante en blanco y negro, como los ‘western’ clásicos. Así, “los judíos pasaron a cuchillo a todos sus enemigos. Sembraron entre ellos la muerte y la destrucción, haciéndoles lo que ellos habían pensado hacerles. Solo en la ciudadela de Susa mataron y exterminaron a quinientos hombres, y también a Parsandatá, Dalfón, Aspatá, Poratá, Adalía, Aridatá, Permastá, Arisay, Ariday y Yezatá, los diez hijos de Amán, hijo de Hamdatá, el enemigo de los judíos. Pero no saquearon sus bienes” (Est 9,5-9).

Hoy día, supongo que nadie querría que Maduro y los cómplices de su régimen –incluyendo a los bolichicos, e incluso a Rodríguez Zapatero o Monedero, aquel de Podemos– acabaran como los enemigos de los judíos de la antigua ciudadela de Susa. Con que estos quitaran sus garras de Venezuela sería más que suficiente.