Uno de los graves problemas que tiene el espíritu economicista, es que se basa en una antropología que piensa que todo es posible, que todo lo podemos transformar y que la realidad puede ajustarse a nuestros deseos si nosotros sabemos esforzarnos y trabajarla adecuadamente.
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Esto va totalmente al contrario de una de las claves para poder crecer como personas y desarrollarse como tales que es, precisamente, la contraria: la aceptación de aquellas cuestiones que no dependen de nosotros.
Hay muchas cosas en nuestra vida que no dependen de nosotros y que nos vienen dadas sin que nosotros tengamos capacidad de modificarlas o de influir sobre ellas. Podemos pensar en algunos ejemplos: nacemos en un momento de la historia, en un lugar, con unos padres y una familia (o una falta de ellos), con un sexo y un físico que nos han venido dados.
En la infancia y la adolescencia tendemos a desear haber nacido en otro lugar, ser diferentes a como somos, tener otros padres, tener otro físico distinto, etc. Deseamos que las cosas sean de otra manera, que nuestras circunstancias sean diferentes y nos preguntamos por qué tenemos que estar así o ser así y no ser más o menos altos, tener otra familia, haber nacido en otra época, etc.
Este querer ser de otra manera produce mucha insatisfacción y sufrimiento. El lamento por cómo se es y por lo que nos ha sido dado, desgasta nuestras energías en una espiral sin fin. En ocasiones esta insatisfacción la focalizamos en intentar cambiar, en querer ser de otra manera, en imitar a los demás para ser como el otro, en reinventarnos continuamente para poder ser de otra manera que nos satisfaga más.
Estos caminos no suelen conducir en una dirección de mejora o de progreso de la persona, sino en un proceso de búsqueda de satisfacciones efímeras que suelen llevar a largo plazo a una mayor insatisfacción vital.
El dinero no lo puede todo
Y con frecuencia ahí entra la economía. Queremos dinero para comprar el ser de otra manera. Nos pensamos que a través de la contratación de determinados servicios o de la compra y lucimiento de algunos bienes, podemos modificar eso que nos ha sido dado.
Pensamos que el dinero lo puede todo y que vamos a poder alcanzar hasta lo inalcanzable gracias a obtener unos ingresos generosos. En lugar de cambiar nuestro interior, nos dedicamos a obtener cosas o a vivir experiencias o a cambiar nuestro aspecto exterior. Pensamos que todo se puede comprar.
Con ello cultivamos una manera de ser infantil, que no se conforma con lo que tiene y quiere cambiarlo porque no se siente a gusto. Busca a través de cosas externas modificar lo que está ahí, imagina que va a ser posible escapar de la realidad que no podemos cambiar y se llena de cosas y experiencias para convencerse de que está evitando lo inevitable.