‘Querida Amazonía’: carta de amor nacida de la inconformidad esperanzada


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La Amazonía se ha convertido en un verdadero paradigma para la Iglesia y para el mundo a lo largo de los últimos años. Esto no es una coincidencia, sino un reflejo de la necesidad de nuestras estructuras por ser transformadas para que puedan volver a su razón primera de existir, para que sean fieles a su llamado primero y esencial, sean ellas eclesiales o civiles. Ante esto, ha sido necesario que sea la periferia la que irrumpa en el centro para confrontarlo, y desde la legitimidad de sus gritos y cantos que brotan de la realidad (al igual que los profetas desde los márgenes), pedir una verdadera conversión ante situaciones que ponen en riesgo el futuro, es decir, al Reino.



A pesar de los miedos y la oposición, este proceso no tiene marcha atrás porque está en juego la vida misma(de pueblos y comunidades, de ecosistemas, del planeta), y los cambios habrán de llegar progresiva pero irrefrenablemente desde la Amazonía, y de tantas otras periferias que nos interpelan, para la Iglesia y las estructuras de la sociedad que necesitan reverse y repensarse frente a este espejo.

El Sínodo Amazónico es un proceso vivo, inacabado, que sirve como un modelo de sinodalidad en el que nunca más los miembros del pueblo de Dios han de quedar fuera de cualquier reflexión, discernimiento, y definición sobre el modo de ser y estar de la Iglesia en sus vidas y territorios. Se trata de afirmar su propio sensus fidei, es decir, su capacidad de experimentar la revelación de Dios en su contexto en el que se descubren las semillas del Verbo encarnado dentro de su propia cultura, y en su particular identidad colectiva.

Sínodo de la Amazonía

Escuela de escucha activa

Este proceso sinodal ha sido una verdadera escuela de escucha activa, de inculturación, inter-culturación, y de recuperar el significado de la Encarnación al modo de Jesús, en medio de una realidad concreta, asumiéndola plenamente y como espacio donde se teje la opción preferencial por los preferidos de Cristo: aquellos que como Él fueron, y siguen siendo, crucificados, y por quienes vale la pena entregar la vida para su redención. Estamos en un momento determinante, un auténtico divisor de aguas, en el que la pregunta de fondo emerge así:

¿Seremos capaces de asumir las llamadas más profundas y urgentes de los propios pueblos y comunidades, y del Espíritu mismo, descubiertas en el discernimiento sinodal eclesial amazónico, para emprender los irrenunciables cambios profundos, más allá del horizonte inmediato, y a la luz de lo que el Documento Final y la Exhortación nos plantean (incluso ante lo que no se dice por completo, pero sabemos imprescindible para una conversión más plena)?

Hacerse territorio

Cuando el Papa nombra a su Exhortación Postsinodal ‘Querida Amazonía’, nos invita a mirar a este territorio, y a sus pueblos y comunidades, como verdadero misterio sagrado. Nos llama a amarlo hasta las últimas consecuencias, de la misma manera en que Dios amó y ama a sus hijos e hijas, hasta el punto de darse a sí mismo para hacerse territorio y vida en los márgenes. La querida Amazonía también habrá de ser redimida en el respeto de su misterioso ser, y la Iglesia de Cristo ha de asumir un verdadero compromiso profético por, con, y en ella. Porque, de fracasar ahí, habremos fracasado en la defensa del misterio mismo de Dios que se revela en todo lo creado, en la vida toda, en su diversidad y amplitud, en la fragilidad insondable de su equilibrio, y en las vidas concretas que siguen siendo rostros que relatan otros mundos posibles.

Hoy, a la luz de esta bellísima Exhortación Apostólica del Sínodo Amazónico, la cual afirma y valida cada palabra y compromiso del Documento Final de la Asamblea, el Papa Francisco nos llama a soñar con ojos abiertos y abandonados en la confianza en Dios mismo que se hace misterio sagrado en todo lo creado; a soñar con los pies bien metidos en el barrio de la realidad; a soñar de la mano de los pueblos y comunidades amazónicas, defendiendo sus derechos y su dignidad; y a soñar tejiendo un compromiso universal con todos y todas quienes en este mundo contribuyen para enfrentar esta crisis. Todo ello afirmando que Él ha venido para que tengamos vida y vida en abundancia, y esto es esencia viva del Evangelio.

Leamos, estudiemos, pero sobre todo oremos y discernamos la Exhortación ‘Querida Amazonía’, para que ante la urgencia de un cambio en el tiempo presente (cronos), prevalezca la esperanza irrenunciable en el Cristo redentor que lo trasciende todo(kairós), como lo expresa tan bien este canto de Teilhard de Chardin (Fenómeno humano):

Poder decirle literalmente a Dios que uno le ama no solamente con todo su cuerpo, con todo su corazón, con toda su alma, sino con todo el Universo en vías de unificación. He aquí una oración que no puede hacerse más que en el seno del Espacio-Tiempo.

En este caso, el espacio es la Amazonía, y a partir de ella mirando al modo de Dios el mundo todo; y el tiempo es ahora, en la urgencia de actuar juntos/as en el presente como única vía para asegurar el mañana para que la redención de Dios siga aconteciendo.