Querida hermana:
No pensaba dedicarte esta entrada o al menos, no explícitamente. Y no porque no piense en ti ni por falta de cariño o preocupación. Simplemente porque hay momentos en que sientes que hay temas tan manidos que hasta te duele volver a ellos. Conversaciones repetidas, frases acartonadas, imágenes… y esa vaga sensación de llevar dando vueltas sobre lo mismo desde hace tiempo. De no dar con la puerta de salida a la luz y estar complicándonos con algunos pasadizos o laberintos. Esos que, a fuerza de no ser muy transitados, han ido quedándose olvidados, poco cuidados, algo solos y oscuros. Les falta vida y les sobra letra muerta. No eres tú. ¿Somos nosotros? ¡Quien sabe!
¿Por dónde continuamos caminando para que la luz y el sol y la brisa vuelva a llenar tantos pasillos santos y largos y tristes y solos y fríos? Quizá podamos comenzar por habitar las estancias con más luz, más calor, más vida. Igual no son especialmente brillantes ni “significativas” (eso que tanto decimos últimamente), pero quizá da gusto estar en ellas y ¡quién sabe si poco a poco vamos reuniéndonos alrededor de la pequeña mesa camilla! Y nos entenderemos aunque haya múltiples idiomas y colores de piel y culturas y deseos y modos de vivir a Dios y a los hermanos. Porque la mesa cotidiana de la vida hará el milagro que ya desde Jesús hacía: comer juntos, hablar, reír, beber, compartir, descansar…
Querida amiga:
No pensaba dedicarte esta entrada o al menos, no explícitamente. Pero se acerca tu día y todos te recordaremos, celebraremos… La vida real no va a cambiar mucho por ello pero es una ocasión más para recordar cuánto te quiero, lo valiosa que has sido y eres para mí y para tantos y tantos y tantos… ¿Cómo estás? A veces te descubro en diversos lugares tan distinta, tan dispersa, tan cambiada, que me cuestas reconocerte como la misma. Como si la uniformidad que quizá algunos pretendieron para ti esté quebrándose en mil pedazos distintos, muy distintos. Tanto que se hace difícil reconocer cada uno como parte de una misma vocación y estilo de vida. Unas veces, te veo en primera línea, con la gente o donde nadie quiere estar, donde nunca irá la prensa ni la tele y difícilmente se pelearán por ti. Y, sin embargo, tan fecunda, tan libre, tan tú misma. Tan bellamente pobre y pequeña. Otras veces, pareces tan encerrada en edificios de ladrillo y piedra que me da frío al entrar. Miro a esos techos altos y bien cuidados, austeros y recios y me da un escalofrío por la espalda, como si se te estuviera yendo la respiración poco a poco, ahogada entre tanto papel, norma, horario, silencio, rezos…
Querida madre:
No pensaba dedicarte esta entrada o al menos, no explícitamente. Pero nos va la vida en ello. A muchos porque formamos parte de ti. A otros porque formas tú parte de ellos: ¿cómo sería la Iglesia in ti?, ¿cómo habría crecido la humanidad en educación, salud, desarrollo personal, igualdad… sin ti? El mundo sería otro. La Iglesia también. No somos ni más menos que nadie, pero guardas en ti la belleza, la bondad y la verdad de cuanto merece la pena ser vivido. Amar sin esperar nada a cambio, especialmente a quien cuesta amar. Esperar y ser motivo real de esperanza en medio de la gente: comprando el pan, yendo en el metro, viendo la tele o acompañando a un vecino solo. Ser libres, libres hasta de nosotros mismos: que ni siquiera nuestra razón de ser nos quite libertad para vivir según el querer de Dios. Que nuestra pertenencia no nos mengüe la creatividad. Que las Constituciones y decisiones capitulares estén al servicio de las personas y no al revés. Que nadie tenga que alejarse de ti para consagrar la vida, vivir el Evangelio y seguir a Jesús.
Querida Vida Consagrada. Tú no lo sabes todo, pero sabes que te quiero. ¡Feliz día! Te regalo una canción que Marta me ha descubierto y que no puedo quitarme de la cabeza y el corazón desde hace días. Es India Arie cantando ‘I am light’. Si algo no te suena demasiado correcto teológicamente, relájate y disfruta. Ve más adentro de ti. Más adentro de todo. Ahí dentro estás llena de luz. Lo sé. No nos prives de ella. No permitas que nada ni nadie oculte la luz que hay en ti, querida Vida Consagrada.