Dos semanas se me fueron sin escribir este blog. ¿El motivo de mi ausencia de las páginas de vidanuevadigital.com? El mismo por el cual he tenido que justificar mi ausencia en reuniones familiares y de mis amigas: porque hace 50 años se reunió en Medellín, la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y su conmemoración desató una racha de congresos que me tuvieron “encerrada” durante las últimas semanas del mes de agosto, que es la experiencia que quiero compartir.
¿Por qué esta conmemoración? ¿Por qué la importancia de ‘Medellín’, como en el mundo de la teología y del cristianismo comprometido con situaciones de injusticia se conoce esta reunión de obispos? ¿Por qué un suceso del pasado ha despertado tanto interés? Preguntas a las que he tenido que responder muchas veces, como también a la que yo misma me hecho: ¿por qué cuando yo me refería a ‘Medellín’, muchas personas pensaban solamente en la ciudad capital del departamento de Antioquia?
El aterrizaje del Concilio
Por eso creo que es oportuno recordar que la reunión de obispos en Medellín significó el aterrizaje y la apropiación de la renovación eclesial –Juan XXIII habló de ‘aggiornamento’ al referirse a dicha renovación– introducida por el Concilio Vaticano II que sustentó una nueva manera de ser Iglesia y de hacer teología en América Latina: situada, liberadora y, por consiguiente, desde la opción por los pobres, propiamente latinoamericana.
También recordar que las conclusiones de esta reunión, ‘La Iglesia en la actual transformación de América Latina a la luz del Concilio’ –el Documento de Medellín–, han sido punto de partida del quehacer teológico y pastoral a lo largo de estos años. Y ahora sí un repaso a los congresos a los que asistí. Interesantes. Intensos. Desafiantes para la teología y el compromiso cristiano. De verdad que valió la pena haber podido participar en ellos.
Perspectiva interdisciplinar
La racha de congresos comenzó para mí en Bucaramanga, con el ‘Coloquio Cristianismo y cambio social en Colombia y América Latina. Historia y Memoria’, que organizó la Escuela de Historia de la Universidad Industrial de Santander, una universidad pública. El tema central, abordado desde una perspectiva interdisciplinar y desde el testimonio de los protagonistas, fue la incidencia de Medellín en diversos proyectos de carácter social: en movimientos y acciones de resistencia a la violencia en la región colombiana del Magdalena Medio, dolorosamente golpeada por diversos actores armados: movimientos y acciones como las que han liderado los departamentos de Pastoral Social de las diócesis de Bucaramanga, de Barrancabermeja, y de Socorro y San Gil; la Organización Femenina Popular de Barrancabermeja y el Centro de Estudios de Economía Solidaria de San Gil. Pero también testimonios desde otras regiones del continente: a orillas del Tapiocó, en Argentina; el aporte de monseñor Proaño al movimiento indígena en Ecuador; el caso de Solange Silvany Rodrígues en Brasil.
El siguiente evento al que asistí fue el ‘Seminario internacional e interdisciplinario del ICALA sobre los 50 años de la Conferencia de Medellín’, realizado en Bogotá, en la Pontificia Universidad Javeriana. Llevaba por título ‘1968-2018. Religión como fuente para un desarrollo liberador’ y lo convocaba ICALA, asociación de fomento para el intercambio entre Latinoamérica y Alemania en el ámbito de la teología y otras disciplinas que actualmente coordina la profesora doctora Margit Eckholt de la Universidad de Osnabrück.
También desde una perspectiva interdisciplinaria y con la metodología del “ver, juzgar/discernir y actuar” propia de Medellín, fueron abordados, desde diversos enfoques, temas como pobreza y violencia, las nuevas perspectivas liberadoras para la teología, la filosofía y la pedagogía, y la religión como fuente para un desarrollo liberador. Asimismo tuvimos oportunidad de oír testimonios de quienes vivieron de cerca la reunión de los obispos hace 50 años.
Experiencias pastorales
Después fue el congreso que convocó el Celam –el Consejo Episcopal Latinoamericano– en la misma ciudad donde hace 50 años se habían reunido los obispos de este continente y en el mismo lugar: las instalaciones del Seminario Mayor Arquidiocesano. No asistí a este congreso, pero sé que fue multitudinario, que hubo interesantes intervenciones de los participantes y que la historiadora Ana María Bidegaín presentó el libro cuya edición estuvo a su cargo: ‘Obispos de la Patria Grande: pastores, profetas y mártires’, una recopilación de experiencias pastorales de 21 obispos latinoamericanos que, comprometidos, con el impulso de Medellín han merecido el título de pastores, profetas y mártires.
El más reciente de estos encuentros fue en El Salvador, tierra de mártires y patria de san Romero de América, el obispo mártir que será canonizado por Francisco en el próximo mes de octubre. Convocado por Amerindia, 600 participantes nos reunimos durante cuatro días en el III Congreso Continental de Teología Latinoamericana y Caribeña ‘Los clamores de los pobres y dela tierra nos interpelan – A 50 años de Medellín’. En un ejercicio de relectura de la actual realidad de nuestro continente, al mismo tiempo que de relectura de las conclusiones de Medellín, se propusieron y recogieron aportes comprometidos en una renovación de la Iglesia latinoamericana para responder a los desafíos de las circunstancias actuales.
Servicio teológico
En mi agenda tengo, finalmente, el congreso que organiza la Pontificia Universidad Católica de Chile. Con el título ‘Medellín 50 años después: memoria y perspectivas de futuro’ y con el propósito de “responder a los desafíos del presente e identificar las tareas de nuestras iglesias, particularmente de nuestro servicio teológico en el continente”, se realizará en el mes de noviembre y va a continuar en un nuevo encuentro en noviembre de 2019.
Y, finalmente, para responder a una de las preguntas formuladas: creo que el propósito de estos eventos conmemorativos ha sido hacer memoria de Medellín en el sentido ritual de evocar en el presente un acontecimiento del pasado para mirar hacia el futuro con esperanza y, desde la esperanza, tomar conciencia de los nuevos desafíos, trazar caminos, proponer líneas de acción recogiendo y proyectando el legado de Medellín.