Ha regresado el nacionalcatolicismo, dentro de un movimiento internacional de supremacismo racialcristiano. La ultraderecha y el supremacismo blanco han hecho suya la reivindicación de la cristiandad. Es una afirmación principalmente política, pues no hay detrás una razón religiosa ni espiritual, sino del orden de la raza y los intereses materiales capitalistas.
- PODCAST: Hummes… y “no te olvides de los pobres”
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En ese ámbito, cada vez es más frecuente un agnosticismo cristiano: no creen en Dios, pero opinan que el cristianismo contiene elementos que sostienen la idea de civilización occidental y sus naciones. Reivindican el soporte doctrinal a la libre propiedad capitalista y las identidades basadas en las naciones. Su defensa del tradicionalismo no procede del discernimiento evangélico, sino de su utilidad para un poder blanco, nacionalista y capitalista.
Las enseñanzas y compromisos que contradigan sus intereses políticos se consideran una traición, y reclaman entonces una Iglesia auténtica, pura, culturalmente occidental, litúrgicamente hiperromanizada. Acusan a la Iglesia católica conciliar de ocultar a Cristo para favorecer una religión cosmopolita. Se acusa a la Iglesia de haber asumido el código moral liberal para agradar al mundo progresista y de desacralizar el cristianismo, la Iglesia, la liturgia y el papado.
Bandera de reclutamiento y división
Se sienten orgullosos de usar la palabra ‘Dios’ en mítines y parlamentos donde hay otros muchos católicos de otros partidos políticos, como un acto de afirmación. Los cristianos de otras opciones políticas sienten su agresividad, su autoritarismo y su uso político de Dios. En la actual situación de discernimiento eclesial para profundizar en el Concilio Vaticano II, han catalizado el malestar, la incertidumbre o la confusión del tradicionalismo y lo están usando como bandera de reclutamiento y división.
Poco hay de evangélico en estos partidos del Cristo caucásico. No hay un mensaje misericordioso, compasivo, no hay piedad por los más pobres ni por el extranjero. Ese movimiento no es de Dios, sino que Dios es de ellos.