Hoy estamos viviendo un momento histórico inédito donde todos y cada uno tenemos la posibilidad de re-evolucionar a un nuevo espíritu que nos permita morir al ego (falso yo) y rescatar lo que nos hace verdaderamente humanos y felices. Es importante y urgente hacer consciente el proceso de transformación profunda y radical que estamos llamados a vivir como humanidad y como personas, si queremos sobrellevar física y psíquicamente sanos a la incertidumbre y crisis actual.
Etapas del parto espiritual
Al igual que cuando va a nacer un hijo, lo primero es un dolor muy distinto e intenso, diferente a los demás. Luego la ruptura de las bolsas de agua que reflejan muy bien esa angustia y desborde de emociones que conlleva parir a quien está oculto en nuestra intimidad. Así parten las contracciones distanciadas unas de otras causando dolorcillos posibles de soportar; excelente imagen de ese sinsabor interno, ese sin sentido, esa revoltura bio-psico-emocional que acompaña el despertar espiritual y que no sabemos identificar inicialmente y nos hacemos los “locos”, creyendo que ya va a pasar y que fue un dolor ocasional.
Sin embargo, esas contracciones punzantes y dolorosas se empiezan a intensificar. El “niño” quiere nacer y empieza a dilatar los huesos y abrirse camino sin preguntar. Todo ese movimiento doloroso, es tan desesperante y angustioso que no queda más que pujar; hacer fuerzas y poner todo el cuerpo en la escena para poder “abrirse” y dejar salir lo que ya no nos cabe dentro y quiere respirar. Muchas veces se rasga la carne, se deforman las caderas y hay hemorragias porque la creatura no alcanza a pasar.
Qué simbología más elocuente con lo espiritual. No vale ni siquiera la pena fundamentar. Todo nos habla de un proceso vital, que al igual que Nicodemo, al hablar con Jesús, quien le invitaba a nacer de nuevo, no comprendemos bien cómo se puede dar, pero del que no podemos zafar. Después de un largo rato (horas en el caso de un parto real y años en el parto de un alma) se oye el primer llanto gritar.
El pequeño emerge en vulnerabilidad total, siente el frío en sus pulmones y pide a gritos cobijo y seguridad. Extraña los sonidos, el calor, el confort del útero de su mamá. Sólo una delgada capa de grasa y sus instintos de succionar, le aseguran la vida y se debe entregar confiado a que alguien lo arropará, le dará alimento y lo velará. Es un acto de confianza, de soltar el control, de cortar el cordón y dejarse conducir con asombro y gratitud de lo que venga.
Embarazo múltiple
Este proceso de todo ser humano, que bien relata el mismo Jesús con el hijo pródigo, sin embargo, no es sólo personal. Somos seres relacionales y vamos todos unidos en este momento “encajándonos” en un canal de parto que nos ha sacado del útero seguro y conocido, y nos está empujando a dar vida a una nueva humanidad. Por lo mismo, estamos sufriendo dolores que no conocíamos como esta misma pandemia y la incertidumbre global.
Se están abriendo huesos que estaban rígidos como son las estructuras y organizaciones que antes nos permitían andar con seguridad. Se están liberando muchísimas “hormonas” propias del parto, como son las energías que estaban guardadas y que son difíciles de integrar: hay violencia, destrucción, sangre, miedo, desgarros de nuestra seguridad y estabilidad, descontrol y rasgaduras de modos de relación que se tienen que romper para que el “recién nacido” pueda pasar. Es un proceso largo, complejo, donde muchos se creen dueños de la verdad, sin embargo, nadie ha podido verle el rostro al niño ni saben cuánto va a tardar.
Entre medio, gritos, desesperación, desesperanza y la muerte como una invitada posible que no podemos evitar. Es la vida misma, desnuda, que se abre paso en medio de capas y capas de seudo seguridades que no valían nada. Frente a este embarazo de una nueva humanidad, en vez de resistirnos (porque moriremos nosotros mismos y mataríamos el futuro) debemos pujar, poniendo todo lo que somos y hacemos para que el niño “mundo” pueda al fin salir y llorar respirando su libertad.
“Puje, puje”
Literalmente los pujos son los esfuerzos que realiza la mamá durante la fase expulsiva del parto para permitir que su hijo descienda por el canal del parto. Tomando esta metáfora una vez más hay dos musculaturas que podemos aprovechar como personas y como sociedad.
- Musculatura abdominal: Tiene que ver con resistir todo lo que hoy estamos viviendo con alegría, confianza y paz. Se nos está invitando a ver en cada dolor una oportunidad, en cada peligro un aprendizaje y “untarnos” con un óleo de certeza de que algo bueno va a nacer al final. Esta práctica es una disciplina comunitaria y personal de alimentarnos con gestos tiernos y pacíficos, de nutrirnos con información rigurosa y no comer ni compartir cualquier chatarra informativa.
- Musculatura pélvica: Tiene que ver con cambiar las estructuras que hasta ahora erigían la sociedad. Hay modos abusivos, machistas, clasistas, racistas y discriminaciones de todo tipo que debemos eliminar e ir gestando nuevas estructuras más participativas que permitan mayor diversidad, aunque implique más complejidad. No podemos meter un vino nuevo en odres viejos porque si no van a reventar. De ahí que repensar nuestras dinámicas familiares, laborales, políticas y sociales puede ser una tremenda oportunidad.
Fenómenos que nos podemos encontrar
Todo nacimiento siempre es un misterio, es una delgada línea de vida o muerte, un momento y espacio sagrado que debemos reverenciar y contemplar como quien otea en los planes de Dios y la eternidad. Eso es lo que hoy estamos viviendo como humanidad y cada uno en particular. Estamos “desnudos” frente a nuestra verdad: somos frágiles, interdependientes y ya sabemos con certeza que no somos dioses ni controlamos la vida ni la posteridad. Por lo mismo, debemos estar preparados para algunas situaciones a nivel comunitario y personal:
- La tentación de volver atrás: el pueblo de Israel fue introducido en el canal de parto una vez que Moisés los liberó de Egipto. Sin embargo, como demoraba el hallazgo de la tierra prometida, muchos comenzaron a querer volver a la esclavitud a comer ajos y cebollas. Tanto a nivel de humanidad como personal, hay muchos que creen que volver al pasado es la solución a los problemas. Esto además de imposible, significa dejar de crecer. Sería más bien involucionar y someternos al sistema de producir y deshumanizarnos completamente. Volver a lo conocido, sólo porque se conoce, atenta contra la dignidad y libertad que como seres humanos y pueblo de Dios estamos llamados a encarnar.
- Caer en la lógica individualista: El renacer a un nuevo espíritu no es un proceso aislado ya que somos seres en relación. Somos un “nosotros”, una Trinidad que posee distintas personas y por lo mismo es imposible sobrevivir solos. Se necesita de “toda la tribu para criar a un niño”, dice un proverbio africano, utilizado aquí como la necesidad que toda la humanidad, con su diversidad y conflictos de por medio, se aúne para llegar a acuerdos que promuevan el cuidado del planeta, el rescate de la comunidad, el volver a poner el trabajo y el rendimiento en el lugar que les corresponde, privilegiar los vínculos, eliminar los abusos y relaciones degenerativas y tomar decisiones por el bien común. No somos seres delimitados; somos un “nosotros” pariéndonos para vivir una nueva y mejor vida para todos y no sólo unos pocos.
- Crear nuevos ídolos: En medio de la incertidumbre y el agobio de “vagar cuarenta años por el desierto”, en vez de volver los ojos al amor y la fraternidad como guía y fundamento, no faltarán quienes creen y crean en otros “dioses” a quienes alabar. Surgen así idolatrías a la ciencia, a la tecnología, a la inteligencia artificial, a los sistemas de datos, etc. que, si bien son moralmente neutros y dones del Creador, pueden convertirse en ídolos por los que se está dispuesto a cometer atrocidades, como ya hemos presenciado en la actualidad. En este parto tan doloroso de la humanidad, hay quienes ponen toda su esperanza en una vacuna (que ciertamente es una ayuda concreta), en vez de cambiar sus modos de pensar y actuar consigo mismos y los demás.
- Falsos profetas de calamidad: En aguas revueltas no faltará la aparición de algunos que se quieran aprovechar del temor de muchos para manipularlos y obtener beneficio. Seres humanos y organizaciones inescrupulosas esparcirán el miedo y la desesperanza para vender “falsas seguridades” que sean como aspirinas a cambio de su libertad. Regímenes totalitarios que atentan contra la libertad, la diversidad, la horizontalidad, el derecho, la dignidad y los deberes de las personas, son pan para hoy y hambre para mañana. Son los que quieren sacar al niño con fórceps o inducir el parto, pudiendo ocasionar graves heridas y daño a la humanidad. La vida se toma sus tiempos y nada ni nadie la pueda encauzar a su arbitrio o canal.
La actitud para transitar por el canal de parto
Para avanzar hacia nuestro verdadero hogar, para arribar a la “Tierra Prometida”, para nacer a una nueva humanidad, debemos pensar bonito y no mal. Quizás habrá leones, víboras y bestias de todo tipo que nos van a acechar, sin embargo, si vamos confiados, podemos descolocarlos y pasar. Un Amorista atraviesa el paradigma porque no entra en su juego de competir y ganar, sino que siempre busca la vida y cuidar a las personas en primer lugar.
Ojalá que todos nosotros/as nos sepamos protegidos por Dios; que somos muchos más que los quieren destruir y que si pujamos juntos, muy pronto, daremos a luz a un “niño/a mundo hermoso/a” que nos llenará de orgullo y felicidad. Ciertamente nos quedan algunas contracciones dolorosas para dilatarnos lo suficiente, pero si estamos en comunidad las podremos resistir bien y finalmente celebrar.