Enrique Lluc
Doctor en Ciencias Económicas

Recordando las últimas elecciones en Madrid


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Hace ya unas semanas de las últimas elecciones a la Asamblea de Madrid. Más allá de los resultados y de su interpretación política, me gustaría hacer una lectura en clave cristiana, especialmente a la luz de la última encíclica ‘Fratelli Tutti’ de Francisco. Porque si algo parece claro es que la política tal y como se está viviendo en muchos momentos en nuestro país, no es un lugar de encuentro en el que a partir del diálogo busquemos una convivencia armónica entre diferentes.



Los dos lemas a los que se anclaron algunas de las partes que pedían la confianza de los madrileños nos muestran claramente esa falta de voluntad de diálogo. Me refiero a los manidos “Fascismo o democracia” y “Comunismo o libertad”. Cuando se utilizan estas frases simplificadoras del debate, se corta con ellas la posibilidad de un diálogo sincero.

Contraposición

Porque ambas contraponen algo que se considera bueno con otra cuestión que se considera nefasta para la sociedad, de modo que identificamos lo bueno con nuestra opción política y lo aciago con la contraria. Hay un desprecio implícito por la otra opción a la que se clasifica como totalitaria recordando dos clases de regímenes políticos que produjeron miles de muertos a lo largo del siglo XX.

Elecciones_Madrid Scaled

Pero esto esconde, además, una trampa fatídica que hace que las dos partes se conviertan en totalitarias aduciendo que la otra lo es. Porque cada una de ellas afirma que es imposible hablar con quien no quiere conversar por ello afirman: “nosotros somos demócratas pero con los fascistas no se puede hablar porque no están dispuestos a hacerlo” o “nosotros somos  liberales pero nos es imposible hablar con los comunistas porque ellos no están dispuestos a conversar”.

Con la excusa de que es el otro quien no quiere dialogar, los autoconsiderados demócratas y liberales faltan a lo que sería su verdadera esencia negándose a conversar con el contrario aduciendo que con totalitaristas es imposible hablar porque no están dispuestos a hacerlo.

¿Quién no quiere conversar con el otro? Pongo la excusa de la descalificación simplista del contrario para esconder mis pocos deseos de conversar y mi anhelo de imponer mis ideas a los otros y vencerles. ¿Puede haber algo más lejano a la llamada al diálogo político que ha hecho Francisco en la Fratelli tutti? Creo que solo dar el siguiente paso, que es liarse a mamporros (perdonad la expresión) con quien es contrario a mí, sería todavía peor. Una pena, esperemos que los cristianos cojan la antorcha del diálogo y lo potencien en lo político, porque seguro que hay cristianos en ambas partes…