Los juegos comenzaron mal, con una ceremonia chauvinista –es decir, lo contrario a la universalidad que se pretende y se supone-, que hurtó el protagonismo a los atletas, y estuvo cuajado de detalles de mal gusto, incluso ofensivos para no pocos de nosotros.
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Y continuaron peor, con el fiasco de la natación en el Sena, sin plan B alguno para que los triatletas pudiesen entrenar y competir de forma adecuada. No es necesario ser un experto en salud pública para saber que es casi imposible depurar el río de una gran ciudad donde se vierten a diario millones de litros de aguas residuales, es decir, en el que desembocan las cloacas. Han fulminado cientos de millones de euros para nada.
Las noticias de prensa y televisión nos informan a todas horas de deportes que desconocíamos, y del número de medallas de cada nacionalidad, porque lo importante no es participar, sino ganar, en completa oposición al espíritu de un deporte sano.
Las medallas
Porque esa es una de mis claves de lectura de estos juegos y sus enseñanzas para nuestra vida –suponiendo que puedan tener alguna-: en una prueba participan numerosos atletas, pero sólo tres pueden conseguir medalla. Es una metáfora de nuestra realidad, en la que perdemos con mucha más frecuencia con la que triunfamos: en el trabajo, en la salud. Esta realidad no debe llevarnos a una visión derrotista de la vida, pero sí realista. Aprender a encajar la adversidad es parte de nuestro crecimiento como personas.
La otra clave es el uso del lenguaje. No hace falta ser Wittgenstein para comprender que el lenguaje modela la realidad en la que vivimos. Estos días escuchamos términos como “drama” y “tragedia” para describir acontecimientos deportivos.
La lesión de una de nuestras mejores deportistas, esa brava mujer que es Carolina Marín, a las puertas de las medallas, es una amargura y un motivo para sentir por ella admiración y compasión, pero no es ni una tragedia ni un drama. Necesitar medicamentos y cuidados sanitarios sí lo es. Tener hambre y no poder comer también lo es. La guerra es una tragedia. La muerte de la persona joven y llena de vida, un drama real.
Conviene reservar palabras importantes para describir situaciones de importancia vital, de trascendencia para individuos y sociedades enteras. Si se utilizan en contextos inadecuados, pierden su valor y se convierten en banales.
En fin, algunos comentarios para invitar a reflexionar sobre unos juegos que no creo dejen demasiados recuerdos gratos, ni por el fondo ni por la forma.
Recen los enfermos y por quienes les cuidamos, y por Venezuela, ese país martirizado donde las elecciones han sido burladas.