En esta cuarta entrega de esta serie voy a hablar sobre la relación con las otras personas, con aquellos con los que convivimos. La cultura del encuentro en la que tanto insiste Francisco nos habla de esa relación con el otro basada en el amor. Hay que recordar que el encuentro con los demás es el lugar en el que hacemos realidad nuestro amor. No se ama en abstracto, sino que se ama cara a cara, relacionándose con el otro…
- PODCAST: Reparar el daño y abrirse al cambio
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La primera idea importante en esta manera de relacionarse es la necesidad de “constituirnos en un “nosotros” que habita la casa común” (FT 17) Estamos acostumbrados a hablar de nosotros y de ellos, de vernos como diferentes a los demás. Sin embargo la igualdad en dignidad de todas las personas, el que todas seamos hermanas y la fraternidad que deriva de esta condición, nos lleva a reducir el “ellos” para darnos cuenta de que toda la humanidad somos un nosotros. Y “un “nosotros” que sea más fuerte que la suma de pequeñas individualidades; recordemos que «el todo es más que la parte, y también es más que la mera suma de ellas»“ (FT 78).
Para aumentar ese nosotros, necesitamos superar ese narcisismo que se ha convertido en una de las características esenciales de nuestra sociedad para ir al encuentro del otro. Porque en la relación es donde hacemos realidad el amor a los demás, es donde acogemos al otro, su diferencia, su realidad y donde podemos ser gratuitos, donde podemos ofrecerle aquello que somos. Esa doble dirección es la clave de la relación. Por un lado acojo y recibo al otro, y por el otro le regalo lo que soy, le ofrezco aquello bueno que tengo.
Porque abrirnos al otro es reconocer que todos tienen una riqueza que me puede hacer más y mejor persona. “Tenemos necesidad de comunicarnos, de descubrir las riquezas de cada uno, de valorar lo que nos une y ver las diferencias como oportunidades de crecimiento en el respeto de todos” (FT 143). “Porque de todos se puede aprender algo, nadie es inservible, nadie es prescindible. Esto implica incluir a las periferias” (FT 215) Todos somos iguales en dignidad y todos podemos aprender algo del otro y enriquecernos con su manera de ser y con sus aportaciones.
La necesidad del diálogo
Esto tiene dos implicaciones importantes. Por un lado la importancia del perdón como medio para reparar y reconstruir la relación. Por otro lado como sistema para no quedarse en lo malo que nos puede destruir. “Los que perdonan de verdad no olvidan, pero renuncian a ser poseídos por esa misma fuerza destructiva que los ha perjudicado. Rompen el círculo vicioso, frenan el avance de las fuerzas de la destrucción.” (FT 251) Todo nos lleva a la necesidad del diálogo, de una conversación que busca “ Acercarse, expresarse, escucharse, mirarse, conocerse, tratar de comprenderse, buscar puntos de contacto” (FT 198). Una conversación que tiene que ser verdadera comunicación es el medio más adecuado para hacer comunidad, para construir bien común.