En el momento álgido del cierre de las escuelas, se estima que 396 millones de niños y jóvenes de todo el mundo carecen de acceso a programas de nutrición y suplementos alimenticios que en muchos lugares eran el principal incentivo para padres y madres, especialmente en los países con escuelas de tiempo completo o turno extendido.
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Ahora con la pandemia, las múltiples cuarentenas vividas abrieron nuevas brechas en el uso de las tecnologías y en las condiciones de aprendizaje en casa. Muchos servicios, ofertados por las escuelas quedaron fuera del alcance de las familias, pero principalmente padres, madres y tutores cobraron conciencia de lo que significa “cuidar” sin estar suficientemente preparados para equilibrar la escolarización a tiempo completo y las necesidades de prestación de cuidados con sus otras responsabilidades laborales.
El cierre de las escuelas significó para los niños y los jóvenes la perdida de servicios sociales informales y salvaguardias, muchas de las cuales son difíciles de cuantificar, pero que eran cruciales para garantizar el bienestar y la salud mental. Estas generaciones afectadas por la pandemia tendrán que superar sus propios retos pero también renacer, resistir y reconfigurarse con la ayuda de sus “cuidadores” (padres, madres, tutores, docentes).
Recuerdo que hace algunos años recorriendo escuelas en estados como Guerrero, Chihuahua y Veracruz, lugares seriamente afectados por las diversas olas de violencia que se han vuelto crónicas, surgía entre los docentes la percepción reiterada: “nos han transferido toda la responsabilidad en un lugar tan difícil”, (refiriéndose a padres y madres en contextos de violencia). Muchos docentes como hasta hoy, mostraron un compromiso cívico que rebasaba las actividades de enseñanza en el aula virtual o física. Han sido guías, confesores, consejeras, cómplices para millones de niñas, niños y adolescentes en México y todo el continente antes y durante la pandemia. La escuela se volvió el refugio, el espacio de cuidado, un campo para mostrar lo que a veces en casa no era posible.
La vuelta a clases
Ahora enfrentamos un nuevo reto, la vuelta a clases sabiendo que debemos superar los efectos visibles e invisibles de una pandemia, pero además repensar la forma en que cuidamos. Por eso me gusta estas ideas del Biólogo Maturana:
“Amar educa. Si creamos un espacio que acoge, que escucha, en el cual decimos la verdad y contestamos las preguntas y nos damos tiempo para estar allí con el niño o niña, ese niño se transformará en una persona reflexiva, seria, responsable que va a escoger desde sí”.
Esta vuelta a clases nos da la oportunidad de “estar allí” en la casa o en la escuela. Estar presentes en una alianza más que necesaria para repensar la forma en que cuidamos a largo plazo.