Hemos celebrado hace unas horas la culminación del proceso pascual. Caminamos durante 40 cuaresmales días para llegar a este momento. Ya conmemoramos el viernes la muerte de Jesucristo, y ahora lo acompañamos en su resurrección.
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Sin embargo, cuando pensamos en la palabra “resurrección” corremos el riesgo de situarla en el pasado bíblico, la que experimentó Jesucristo, o en el futuro escatológico, la que viviremos nosotros después de morir. ¿Cómo podemos, en cambio, pensar la resurrección en la actualidad? ¿Qué puede significar para nosotros resucitar hoy mismo? ¿Cómo, entonces, resucitar en el presente?
Convine recordar, en primer lugar, que la resurrección es el triunfo sobre la muerte. Dios Padre resucita a su Hijo Jesús para derrotar a quienes lo mataron, para demostrarles que quien vence siempre es la vida, no la muerte. Pero, como existen muchas clases de muerte, también hay muchos tipos de resurrección. A la muerte física le sigue la resurrección de nuestros cuerpos, si bien no sabemos cómo, sólo que volveremos a tener un espacio ocupado por nuestra alma.
Hay, sin embargo, otras formas de “morir”, experimentadas por aquellas personas que están vivas -respiran, trabajan, comen-, pero se sienten muertas -tristes, sin esperanza, enojadas con la vida, incapaces de entender el sufrimiento y la enfermedad, etc.-. ¿Cómo estamos nosotros: vivos o muertos? Si en ocasiones nos sentimos medio vivos, es decir, medio muertos, hoy es el día en que podemos animarnos a resucitar.
Resucitar hoy significa, en primer lugar, creer que el mal no es omnipotente, que no tiene la última palabra. Nos asusta, es cierto, a veces nos paraliza, pero no es todopoderoso.
Resucitar hoy es creer en la fuerza de la vida, es recuperar la esperanza en un mundo mejor y la ilusión por construirlo, despacio, sin prisas pero sin pausas.
Resucitar hoy es querer ser más alegres, optimistas, dibujando en nuestros rostros más una sonrisa que una preocupación, valorando todo lo positivo que tenemos, disfrutando de las cosas sencillas pero bellas de la vida.
Pero resucitar significa también apoyar a nuestros hermanos que viven “muertos”, para que resuciten. A ellos hay que recordarles lo que escribieron los obispos latinoamericanos en el documento de Aparecida #548 -uno de los mejores textos kerigmáticos que conozco-: “… urge acudir en todas las direcciones para proclamar que el mal y la muerte no tienen la última palabra, que el amor es más fuerte, que hemos sido liberados y salvados por la victoria pascual del Señor de la Historia“.
Hagamos que hoy la muerte muera, y que viva la vida. ¡Feliz Pascua 2023!
Pro-vocación
Y el papa Francisco salió del hospital, una vez más. “¡Todavía estoy vivo!”, bromeó. Lo siento por quienes ya lo ven dimitir o morir. Parece que todavía no. Ojalá, en el tiempo que le quede, siga conduciendo la barca de Pedro con la misma firmeza y delicadeza que lo ha hecho hasta ahora.