Trabajo reproductivo, economía del decrecimiento, comunidad, cuidados, bien común… Nos pueden sonar más o menos pero en cuanto vamos profundizando en ellos nos damos cuenta de lo importante y unidos que están al proyecto del Reino de Dios.
Desde la escuela nos cuentan la historia de una forma muy concreta, casi siempre con nombre y apellidos de hombres muy destacados. Cuando vamos avanzando en nuestra educación y descubrimos la historia de la economía se nos abre un mundo nuevo: oferta y demanda, el mercado, crecimiento… es decir, continuamente hablamos de trabajos productivos. Esta economía habla, entre otras cosas, de la cantidad o la calidad de bienes o servicios que debemos producir para conseguir beneficios, de cómo las personas pasamos a llamarnos “recursos humanos” o la importancia de tener una alta productividad dejándose atrás, no sabemos hasta qué punto deliberadamente o no, la realidad sufriente y silenciosa que vive gran parte del planeta.
“Los jóvenes nos reclaman un cambio. Ellos se preguntan cómo es posible que se pretenda construir un futuro mejor sin pensar en la crisis del ambiente y en los sufrimientos de los excluidos”. Papa Francisco. (‘Laudato si” nº 12).
Todo lo que se feminiza se desvalora
Una economía reproductiva y de cuidados que ponga en el centro a la persona, que la mantiene, sostiene y posibilita una vida digna. Qué importancia hemos tenido y seguimos teniendo las mujeres en toda esta economía invisible, que sostiene a la economía visible siendo esta la punta del iceberg. Qué curioso este paradigma dominante en el que nos movemos, me pregunto cómo continuamente todo lo que tiene una matriz femenina acaba devaluado, es decir todo lo que se feminiza se desvalora.
Necesitamos con urgencia desfeminizar los cuidados. No podemos olvidar que el cuidado es responsabilidad de la humanidad, por lo que no debemos dejarla en exclusividad para las mujeres. Para ello necesitamos un planteamiento nuevo de políticas sociales, de género y educativas, comenzar a desaprender cánones establecidos por este sistema capitalista y patriarcal y dar pie a formas nuevas de relacionarnos, asumir responsabilidades que son de todas las personas, así como nuevos roles necesarios que tiene que asumir la sociedad para posibilitar una igualdad real. Y así como dice Silvia Federicci, “debemos pasar de la ciudadanía a la cuidadanía, politizando y recolectivizando los procesos de reproducción, porque mientras los cuidados estén instalados en el terreno de lo privado, estarán instalados en el género y la clase”.
La economía del decrecimiento nos propone abandonar el modelo de crecimiento desmesurado en el que se nos propone un modelo económico lineal de “tomar, hacer y desechar”, disponiendo para ello de grandes cantidades de energía y otros recursos naturales que están llegando ya al límite de su capacidad física. Necesitamos de manera urgente establecer una relación de equilibro tanto con el planeta como con el resto de personas.
No solo somos manos de obra
Propuestas como la economía circular es una alternativa real, que es reparadora y regenerativa, y pretende conseguir que los productos, componentes y recursos en general mantengan su utilidad y valor en todo momento. U otras iniciativas como las 3R, reducir, reutilizar y reciclar, que potencian la disminución del consumo desmesurado y retomar una producción controlada, sostenible y racional. “El trabajo es una necesidad, parte del sentido de la vida en esta tierra, camino de maduración, de desarrollo humano y de realización personal”. Francisco. (‘Laudato si” nº 128).
Como jóvenes somos cada vez más conscientes de la importancia de ser instrumentos y sujetos catalizadores del cambio de persona y de la realidad en el horizonte del proyecto humanizador del Reino, del mundo y la humanidad nueva que Jesús nos propone. Siendo hijos e hijas de Dios nos sentimos llamados a seguir defendiendo nuestra dignidad como jóvenes trabajadores y gritar bien fuerte que no somos solo ni fundamentalmente mano de obra.
Nos sentimos personas llamadas a seguir creciendo desde la comunidad y a trabajar para y por el bien común. Para ello, nuestro compromiso como creyentes pasa por “resignificar” los cuidados, trabajar en las nuevas masculinidades, pasar de una concepción privada de la economía de los cuidados a una pública y, sobre todo, ser agentes de propuestas alternativas generando respuestas colectivas.