DOMINGO
Cuando menos se lo espera, la madre de Antonio se lo suelta: “No te creas que porque vas a misa eres mejor que el que no va. Mucho darse golpes en el pecho, pero luego…”. Se lo decía cuando no levantaba dos palmos del suelo. Y también ahora, antes de subirse al altar. Menos mal que a Antonio no se le olvida. Quizá por eso, en su homilía, recuerda a unos y a otros que nuestro Dios “es el de las segundas oportunidades”.
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LUNES
Dubia. ¿Cosa de cinco cardenales? O mejor, ¿cosa de solo cinco cardenales? No. Si fuera solo una estrategia púrpura, sus preguntas se habrían filtrado hace unas cuantas semanas. Cuentan con una asesoría más que profesional, con un plan estratégico de comunicación a corto, medio y largo plazo. Y con un respaldo mediático de órdago.
MARTES
Apertura de las XX Jornadas de Teología de Comillas. Reflexiones de Joseba Segura. “Hay una esquizofrenia entre lo que se valora y se dice de lo bueno que es la Doctrina Social de la Iglesia y esas mismas instituciones tienen poco interés en aterrizarlo”. Alerta del obispo de Bilbao, que no deja en el aire, sino que aterriza, por ejemplo, en la gestión financiera de congregaciones y diócesis que todavía hoy no tienen en cuenta las inversiones éticas en su toma de decisiones. “Solamente barniz”.
Después del obispo, “el mejor teólogo moral en lengua española”. Así se le presenta. Y se lo merece. Pero todavía hoy me sigue resultando extraño que se diga con tanta naturalidad en público, cuando prácticamente hasta antes de ayer hubo quien quiso llevarle a la hoguera de los profetas. Su telonero va más allá en el más que justificado elogio: “Quien conoce a Vidal, conoce todo en la moral”. Marciano lo recibe con esa sonrisa y esa sencillez que nunca ha dejado de lado. Y sin más, sin darle importancia y sin darse importancia, que tiene más mérito todavía, enhebra una ponencia sobre ‘Pacem in terris’ de artesano. Y deja un titular de regalo: “Ya no hay guerras justas”.
MIÉRCOLES
El aumento del aforo sinodal ha llevado a dejar el formato anfiteatro para dar un salto a las mesas circulares. Oportunidad para que los padres y las madres sinodales se vean las caras durante toda la sesión. Y los gestos. Y los bostezos. Y las miradas cómplices ante una u otra intervención. La sinodalidad se juega también en los rostros compartidos.