A pesar del verano, estamos sufriendo la resaca electoral –como siempre, los dos grandes partidos políticos se declaran vencedores de los comicios–, con posiciones que parecen responder más a estrategias y tácticas políticas que a posturas que realmente tengan altura de miras. Frente a esta situación, llama la atención la primera lectura de la misa del domingo 30 de julio.
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El rey Salomón
En 1 Re 3,5.7-12, el rey Salomón es instado por el Señor para que le pida lo que quiera de cara al reinado que va a comenzar. El joven monarca le dice: “Yo soy un muchacho joven y no sé por dónde empezar o terminar. Tu siervo está en medio de tu pueblo, el que tú te elegiste, un pueblo tan numeroso que no se puede contar ni calcular. Concede, pues, a tu siervo, un corazón atento para juzgar a tu pueblo y discernir entre el bien y el mal. Pues, cierto, ¿quién podrá hacer justicia a este pueblo tuyo tan inmenso?” (vv.7-10).
La respuesta del Señor, como si estuviéramos ante la escena clásica de un cuento oriental, no solo concede a Salomón lo solicitado –un corazón sabio e inteligente (v. 12)–, sino que a eso le añade lo no pedido (y que habría cabido esperar): una vida larga, riqueza y la vida de sus enemigos. Podría haber añadido un buen harén, conforme a los valores de la época. De hecho, más adelante se dirá que Salomón tuvo “setecientas mujeres con rango de princesas y trescientas concubinas” (1 Re 11,3), es decir, un harén tan nutrido como simbólico.
Muy probablemente, el texto no incluye a las mujeres entre las “adquisiciones” del joven monarca porque las reserva para explicar el principal pecado del rey sabio. De hecho, la continuación del texto que presenta el harén real dice: “Cuando llegó a viejo, sus mujeres desviaron el corazón de Salomón tras otros dioses y su corazón no fue por entero del Señor, su Dios, como lo había sido el corazón de David, su padre” (1 Re 11,4).
Es evidente la incorrección política del texto leído conforme a los valores de nuestra sociedad. Pero los textos hay que leerlos en sus contextos (si se quieren entender), además de tener en cuenta que, según la Escritura, Salomón estableció una política internacional a base de matrimonios o relaciones esponsales. En todo caso, a lo que apunta el pasaje litúrgico del domingo 30 de julio –teniendo en cuenta el texto de 1 Re 11– es que no solo basta con tener un corazón sabio e inteligente, sino que también se requiere que sea “perfecto”, “pleno” o que esté vinculado por completo al Señor. Una enseñanza que hoy nos vendría muy bien.