La pandemia nos ha afectado a todos en diferentes aspectos, especialmente en el ámbito material. La forma en la que llegaban los recursos y alimentos se ha modificado, hay grupos vulnerables a quienes debemos poner atención y uno de estos grupos son nuestros sacerdotes, religiosas, religiosos, congregaciones y diáconos.
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Templos católicos en todo el territorio nacional han visto afectados e incluso colapsados sus ingresos desde el 30 de marzo, ante la ausencia de feligreses derivado de las medidas sanitarias de distanciamiento social implementadas por la pandemia de Covid-19, que afecta al país. Así, la falta de aportaciones económicas como el popularmente llamado “diezmo” o las donaciones que los fieles entregaban diaria o semanalmente, ha impactado negativamente en los gastos cotidianos de los santuarios como salarios de empleados o el pago de servicios básicos, entre los que destacan agua y luz.
Tal vez sea momento de regresar un poco de lo mucho que nos da, de lo tanto que hemos aprendido y de lo que nos ha iluminado. La tarea de hoy será preguntar a quienes son consagrados ¿cómo se encuentran? ¿cómo la están pasando? Acercarnos y unir fuerzas para permanecer, para continuar y para darnos fuerzas. Esa será la verdadera unidad; hoy invito a quienes nos leen a que busquen esas congregaciones religiosas, a esos sacerdotes y se interesen acerca de la forma en la que están resolviendo sus problemas y sumarse de manera activa.
Ellos y ellas también están teniendo problemas serios, así que, tal vez llegó el momento de retribuir un poco, de poner nuestro granito de arena, para concluir; ayudarles en este momento de crisis. Se trata de realizar acciones concretas, participación real y verdadera, muy lejos de la apariencia. Hoy debemos cuestionarnos si los sacerdotes y congregaciones religiosas tienen alimentos, preguntarles qué les está haciendo falta, cómo podemos apoyarles; si bien es verdad, para todos esta pandemia nos ha cambiado la vida y algunos de nosotros estamos adaptando nuestras actividades para poder transitar este tiempo; sin embargo, los sacerdotes y las congregaciones religiosas están haciendo un gran esfuerzo para subsistir, así que llegó el momento de hacer vida, de apoyar y de vivir como Iglesia lo que significa compartir.
Sensibilización
Quisiera sensibilizar en este espacio para que nos interesemos un poco en la forma en la que están resolviendo estos grupos que hoy se han transformando entre los más vulnerables. Al no asistir los fieles a las misas, se ven muy reducidos los ingresos y los gastos son los mismos que antes, al menos en las alcancías hay mucho menos dinero, y se tiene que mantener los trabajos de la secretaria parroquial, del sacristán y de quien ayuda con el aseo.
Algunas comunidades de los grandes núcleos urbanos han resentido de tal forma esta escasez de recursos que los pone en una difícil situación de virtual quiebra de la cual se tardará mucho en salir aún más cuando el retorno después del confinamiento será de manera escalonada. Conozco a algunas familias quienes han “adoptado” a algún sacerdote diocesano y le ayudan llevándolo a su parroquia para que transmita las misas y a la hora de la comida van por él y lo vuelven a regresar a la parroquia, así hasta llegar la noche. Son familias que están realizando acciones concretas para ayudar en este proceso a que las labores pastorales sigan delante de manera online.
Aquí la iniciativa: Apoyemos y ayudemos, ahora les toca a ellos.