Salir al encuentro: una desafiante misión para los bautizados


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Durante el magisterio del Papa Francisco se ha hecho común la expresión “la Iglesia en salida” que no siempre es bien comprendida por quienes hacemos parte de esta comunidad de discípulos misioneros.



Se debe a dos palabras: se cree que la Iglesia es aquella que constituyen los ministros ordenados (obispos, presbíteros, diáconos) o religiosos, religiosas y otras personas que tienen cercanía con el templo parroquial. También se debe a que, cuando se habla de ‘salida’, se piensa en la aventura de partir a lugares alejados de las grandes ciudades para anunciar allí el Evangelio.

No podemos afirmar que estas dos visiones sean erradas completamente, pero lo que sí es cierto es que son demasiado reduccionistas: ni la Iglesia es únicamente tal selección de ministros, religiosas u otros agentes cercanos al templo, ni la salida consiste únicamente en ir a lugares apartados para anunciar el Evangelio. Visiones como estas no permiten una vivencia plena de nuestra común dignidad bautismal.

Mano Jesus

Encontrar como Cristo encontró a los lejanos y excluidos

En ‘Evangelii gaudium’ (No. 24), el papa Francisco utiliza cinco verbos para delinear esta desafiante misión para la Iglesia: primerear, involucrarse, acompañar, fructificar y festejar. Es maravillosa la definición que hace de cada verbo en el marco de un camino para esta Iglesia en salida.

Sin embargo, más allá de cualquier etapa, está la realidad del ‘encuentro’. Lamentablemente puede convertirse para el cristiano en una frase trillada pero que no pasará de moda: el encuentro personal y comunitario con Jesús que cambia la vida. Sólo quien se ha encontrado con Jesucristo sabe encontrar a los demás, sabe brindar lo que ha recibido de él y camina hasta los límites de los caminos para contagiar a los demás de la alegría que lo invade.

Ojalá que cuando salgamos al encuentro de los demás, recordemos la realidad en que fuimos encontramos por Jesús: si hemos recibido misericordia de Jesús, entregaremos misericordia; si hemos recibido la paz de Jesús, entregaremos la paz de Jesús; si hemos sido recogidos en el borde del camino, atrevámonos a untarnos de humanidad con quienes son excluidos aún en nuestro entorno eclesial.

Seguramente el Sínodo que se está desarrollando en Roma nos mueva aún más a escuchar la voz de Dios, renovar nuestro compromiso cristiano y contagiar de una alegría misionera a quienes se sienten desanimados o desesperanzados.


Por Hermes Flórez Pérez, cjm. Eudista del Minuto de Dios

Foto: Pixabay