Casi desapercibido, pasó el final del año indicado por el Papa para recordar a San José. Es cierto que en muchas diócesis se rezó la oración especial que lo mencionaba, y en pocas se organizaron conciertos y congresos sobre su figura. Pero quizá por que han sido demasiadas las celebraciones extraordinarias venidas desde el Vaticano, o porque tal personaje ha corrido siempre con una suerte más bien oscura, creo que el evento no prendió como se esperaba.
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Sin embargo, Francisco de Roma acaba de conceder una entrevista a L’Osservatore Romano en la que puntualiza la sintonía que siente hacia la cabeza de la Sagrada Familia. El Papa resalta la “normalidad” de José: “… creo que su figura representa, de manera hermosa y especial, lo que debería ser la fe cristiana para cada uno de nosotros… es un hombre normal y su santidad consiste precisamente en haberse convertido en santo a través de las circunstancias buenas y malas que ha debido vivir y afrontar”.
A mí siempre me ha llamado la atención no sólo la iconografía que lo presenta como un señor ya mayor, quizá para salvaguardar la integridad de María, sino también el énfasis en llamarlo esposo de la Virgen y no el padre de Jesús, imagino que por la misma razón.
Pero, salvado el que José es sólo el padre putativo de su hijo, convendría recordar la paternidad que ejerció sobre Él, y que tuvo muchas dimensiones.
Si también nos mantenemos en la certeza de que Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre, su humanidad se vio sujeta a la evolución natural que sufre cualquier ser humano. De ahí que aprendió de su padre no sólo un oficio, como era la usanza de la época, sino que también posicionamientos diversos frente a la vida, tradiciones y costumbres propias de su cultura. José fue el modelo a seguir de Jesús, su compañero de juegos, su figura paterna, su pedagogo e imagen existencial de Dios.
Muchas de las virtudes humanas de Jesús, como la sensibilidad y misericordia, la inclusión y el cariño hacia niños y mujeres, su libertad para convivir con pecadores y marginados, etc., habría que atribuírselas al ejemplo que, de seguro, recibió de José. Y es que de la manera en que fuimos tratados por nuestro padre tratamos también a nuestros hijos y a quienes dependen de nosotros.
Que el final del año dedicado a San José no signifique el olvidar el significativo peso que tuvo en la educación de Jesús, y el permanente ejemplo que sigue representando para todos los varones.
Pro-vocación
Y hoy que se nos asigna el texto de Juan, relatando las Bodas de Caná, y casi siempre utilizado en las misas matrimoniales, siempre llama la atención la ausencia de José. Como lo comentó el papa Francisco en la referida entrevista: “La característica de José de saber hacerse a un lado, su humildad, que es también la capacidad de pasar a un segundo plano…”. Excelente reflexión en momentos de tanto protagonismo.