Quizá para reafirmar el incondicional amor que Dios siente por todos nosotros, con independencia de nuestras orientaciones sexuales, el obispo emérito de San Marino, don Andrea Turazzi, acaba de afirmar que, de acuerdo a estudios grafológicos realizados por un jesuita, puede concluirse que San Luis Gonzaga era gay.
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Cuentan sus biógrafos que el santo, también jesuita, murió a causa de la peste, que invadió Roma entre 1560 y 1593, por dedicarse al cuidado de quienes tenían la enfermedad. Sin embargo, pasó a la historia como el santo de la pureza, y se le representa iconográficamente con una cruz, referida a su piedad y su sacrificio; un rosario, por su devoción a María; una calavera, que expresa su temprana muerte y… ¡un lirio!, por su icónica castidad.
La imagen, calificada por otros jesuitas como ‘ñoña’ -que muestra delicadeza exagerada y ridícula, según la Real Academia Española- privilegia su candor sobre su entrega generosa a los enfermos. Sin conocer los expedientes con los informes sobre su vida que lo llevaron a los altares, podemos suponer que fue su virginidad y no su sacrificio sanitario la que pesó a la hora de hacerlo santo.
Para confirmar tal sospecha, ayudan las advertencias del obispo Turazzi, quien aclaró que, si bien Luis Gonzaga podría ser gay, de acuerdo a esas investigaciones históricas, ello no implica que fuera un homosexual activo.
Imaginemos, por un momento, que el hoy santo viviera entre nosotros en los años de la pandemia, y fuera conocido como agente de pastoral en una parroquia y gay declarado. Él y su pareja -también colaborador en la evangelización- estarían frustrados porque la Iglesia Católica no querría bendecir su unión, mucho menos facilitarles el sacramento del matrimonio al que aspiraban, y les invitaba a que fueran solo ‘amigos’, sin el mínimo contacto erótico.
Continuemos imaginando que Luis se habría dedicado, en el 2020, a cuidar a los enfermos de COVID-19, a los que nadie quería atender, y habría contraído el virus, muriendo al poco tiempo.
¿Sería también canonizado por haber entregado su vida al cuidado de los contagiados? ¿O más bien condenado al infierno por la indebida relación que sostenía con su ‘amigo’?
Lo han dicho hasta la saciedad los alemanes, desilusionados por los resultados del último documento sinodal: detrás de los rechazos al celibato sacerdotal opcional, al matrimonio de personas homosexuales, a la comunión de los divorciados vueltos a casar y al acceso de las mujeres al sacerdocio, está una concepción de la sexualidad que necesita ser revisada.
Pro-vocación
Dice el Washington Post que el 56% de los católicos norteamericanos votaron por Donald Trump, y solo el 41% por Kamala Harris. No les importó la conocida personalidad del delincuente próximo presidente. Tampoco a las mujeres y a los latinos, que sufragaron en su mayoría por el machista y antinmigrante empresario. Como dicen que dijo Mafalda -aunque su padre, Quino, desmintió la autoría de la frase-: “¡Paren el mundo, que me quiero bajar!”.