Cada uno de nosotros, a lo largo de su vida, aprendió diferentes modos de relacionarse consigo mismo, con los demás, con la naturaleza y con Dios que debe “sanitizar” con frecuencia para no dejar que algunos vínculos que destruyen, degeneran o debilitan, nos desangren en modo total. El tema es que no podemos “desinfectarnos” de una sola vez, porque significaría la muerte de lo que fuimos y hoy también somos. Se trata entonces de convivir sanamente con algunas bacterias psico-espirituales manteniéndolas a raya. De ahí la necesidad de prevenir y limpiar cada cierto tiempo las garrapatas que se hayan criado en las sombras de nuestra mente y que debemos acotar, como un sistema global.
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¿Qué son las Garrapatas?
Cuando hablamos de estos ácaros, nos referimos en modo metafóricos a conflictos no bien resueltos que nos provocan inquietud, ansiedad, autodesprecio y desolación espiritual. Están formadas casi siempre por hechos reales que nos afectaron, pero sumados a heridas antiguas, percepciones de los demás, baja autoestima y muy poco amor personal. Muchas veces se cuelan inadvertidas en nuestra psique con sensaciones, emociones, pensamientos y/o experiencias circunstanciales, pero que empiezan a crecer y a afectar el estado de salud general. De eso también se alimenta el mal espíritu seduciéndonos con juicios irreales, condenas y soledad. Pueden parecer nimias en su grado de influencia, pero si no nos hacemos cargo a tiempo, nos pueden llegar a enfermar física y psíquicamente y dañar mucho a los demás. Esto se debe a que son altamente contagiosas y de apariencia inofensiva… solo un poroto más.
Su origen
El origen del mal y por tanto la “reina” de las garrapatas sostiene Timoteo, en su primera carta del Nuevo Testamento, es la codicia. Hay una suerte de tendencia humana a no quedarse satisfecho con lo que sí es, lo que sí tiene y aun teniéndolo todo, busca más. El mismo relato de Adán y Eva nos evidencia esta tendencia humana. Estando plenos en el paraíso ceden a la tentación de la serpiente de querer ser como dioses y comer del árbol del bien y el mal. Ellos, al igual que nosotros, siempre tendremos esta tensión y libertad para elegir la felicidad o el destierro y no ser conscientes de esta lucha es un peligro real. Si pudiéramos aventurarnos al origen de la codicia, podremos encontrarnos con una gran garrapata: la creencia errada de que somos seres delimitados, separados unos de otros. Si Adán y Eva, hubiesen sido conscientes de que eran uno solo con Dios/Amor, no habrían tenido necesidad de nada más. Ya eran hijos, pero dudaron de esta unión preciosa y de su consecuente valor y dignidad.
Las consecuencias de auto concebirnos como seres delimitados/separados son muchísimas, pero enumeraremos las principales garrapatas que explican en parte lo que vivimos hoy:
- Individualismo: creciente pandemia de individualismo que lleva a la codicia y a todos sus males como la desconfianza, la acumulación, la división social, la indolencia frente a los que sufren, la violencia, la depredación de la naturaleza y el abuso en todas sus formas con cero conciencia de nuestra interrelacionalidad
- Culpa: culparnos de nuestra historia y sus dolores como si la hubiésemos construido absolutamente solos. Cada uno llegó a un baile que ya estaba en curso y para sobrevivir aprendimos los pasos que pudimos. Sin embargo, nos flagelamos y despreciamos por cómo somos, nuestros miedos, mañas, pilotos automáticos y nuestros modos de relación, como si fuésemos los únicos responsables de ellos, sin ser conscientes de que la primera mitad de la vida cada uno hizo lo que mejor pudo para salir adelante y ser feliz dentro de un tejido mucho mayor que incluyó a nuestros padres, familia, maestros, amigos y la cultura que nos tocó vivir.
- Condenados: la tercera y peor “garrapata” es pensar que, por lo anterior, jamás podré revertir mis modos tóxicos de relacionarme conmigo mismo, con los demás y la creación. Dejamos de mirarnos como seres dinámicos y en contante evolución y nos auto determinamos a seguir repitiendo los pasos de un baile que tanto daño nos hace. El tema es que, si algún día “entraron” en nuestra vida pasos que nos hicieron tropezar y causarnos mal a nosotros mismos o a los demás, podemos aprender nuevos pasos que generen vida y felicidad. No se trata de diluir nuestra responsabilidad ni subestimar nuestra libertad, sino de poner la cuota que corresponde y saber que sí podemos cambiar.
- Solo dolor: dentro de las garrapatas de calibre mayor y que viene como consecuencia de la anterior, es el mirar nuestra historia y nuestras heridas como lo único que existió y no ampliar la mirada a los “muchos otros hilos” que la vida nos regaló y que se hacen evidentes en estar vivos y en todos los recursos y competencias con las que contamos el día hoy. Ciertamente podemos haber sido víctimas de abusos, rechazos, abandonos, maldad y traumas de dolor, pero esos no fueron los únicos “bailes” que tuvimos porque o si no habríamos muerto en el camino. Mirarnos como seres relacionales nos permite ver el otro lado de esa oscuridad y reconocer los múltiples vínculos amorosos que nos permitieron tomar fuerzas para resistir y ser lo que hoy somos. Contarnos nuestra propia historia desde esta óptica que hace énfasis en nuestros recursos, dones y fortalezas empodera, dignifica, alegra y da paz, por más fuerte o dolorosa que haya sido la(s) pruebas que tuvimos que superar.
- La vergüenza: se refiere a esta creencia errada de que no somos lo suficientemente buenos, bellos y valiosos como para ser amados en forma gratuita e incondicional y encajar en nuestro grupo referencial. Tempranamente el ego nos viste, pero eso pan para hoy y hambre para mañana, porque tarde o temprano, esa sensación de estar incompletos nos pasaría la cuenta. Una de sus herramientas de compensación justamente es la codicia de tener y ser más; una carrera insaciable que jamás nos saciará. La sanitización de nuestra vergüenza se mejora aprendiendo a ser resiliente a ella y eso se logra teniendo el coraje de compartir con los demás nuestras vergüenzas y siendo empáticos unos con otros.
- El estar atados a los resultados: si no nos sabemos valiosos y amados por el solo hecho de existir, fácilmente caeremos en la tentación de validarnos por nuestro hacer, tener y sus resultados. A esto se suma un paradigma que exacerba el mismo error y casi no hay quien se salve de esta garrapata horrorosa que nos somete a los números, a los likes, a las ganancias, a los seguidores, a los fans, a los rankings, a la popularidad y quién sabe qué otro parámetro social. Muchos estamos contagiados de este “ácaro letal”; incluso los que se dedican a servir a los demás, muchas veces caen presos en medir su valor por la cantidad y por querer controlar los resultados de su actuar. La mejor forma de sanitizar esta garrapata es ser consciente de lo “tonto” que es y caer en la cuenta de la vana gloria que buscamos.
- La comparación: esta cepa de garrapata tiene directa relación con las demás, pero es muy difícil de frenar. Se acerca a la codicia y nos engaña haciéndonos pensar que siempre somos más o menos que los demás y no partes diferentes de una misma unidad. La comparación es una creencia muy perjudicial ya que “inventa” realidades que no son o las “infla” para justificar nuestros sentimientos, pensamientos y eventualmente actuar mal, siendo injustos con nosotros o los demás. La sanitización de esta garrapata está en romper muchos estereotipos culturales, prejuicios y darnos el tiempo de conocernos con mayor profundidad.
- La desesperanza: cuando nos sentimos separados del resto, dañados en nuestra historia, insuficientes, atados a los resultados y en una constante comparación con los demás, no es raro que caigamos en la garrapata más triste de todas: no querer esperar más nada de nosotros mismos, de los demás, de la humanidad y de la vida del planeta en general. La desesperanza es como un manto negro y espeso que no nos deja pensar en forma creativa y reconocer el misterio de la vida que siempre se logra hacer espacio para continuar. El desesperanzado es aquel que ha cortado la unión del sarmiento con la vid, aunque la vid siga fluyéndole savia. Somos un tejido de amor que no logramos dimensionar, que no tiene tiempo ni espacio que podamos abarcar y el presente y el futuro de nosotros mismos y de la humanidad es un misterio que solo después de la muerte podremos contemplar.
Todas estas garrapatas, tanto a nivel comunitario como personal, están muy presentes en la actualidad y quizás llegó la hora de vestirnos como los caza fantasmas de la televisión y comenzar a gestar una Re-evolución Amorista que nos saque de todas estas creencias que tanto mal nos hacen a todos y que tienen en vilo a la humanidad.