El libro
La gestión italiana de la cuestión de los abusos en el seno de la Iglesia es un caso curioso. Si bien en algún programa de televisión de los que podrían encuadrarse dentro de las propuestas de infoentretenimiento se han promovido algunas investigaciones periodísticas en torno a algunos casos concretos –como en el pasado se han desvelado dobles vidas de algunos de los clérigos del país transalpino–; muchos creen que no se ha dado un paso decisivo para tener una radiografía certera de lo que ha sido el fenómeno.
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Ante esta ausencia, tres “abuelas” –así se definen ellas mismas– han tratado de abrir el debate en torno a esta cuestión. Así lo han reflejado en el libro ‘Cordero de Dios, los abusos sexuales del clero en Italia’ (Solferino, 2022), del que ya se ha hablado en alguna ocasión en esta web. El ensayo ha sido escrito a partir de un trabajo de archivo en el que han participado Mariella Balduzzi, Maria Angela Rosignoli e Lucetta Scaraffia –una de las tres autoras que firma el libro–, a las que se han sumado Anna Foa, Franca Giansoldati –ambas coautoras con Scaraffia– junto a una jurista de la que se mantiene el anonimato. Y es que este grupo de mujeres del entorno de la que fue la primera redacción del suplemento ‘Donne Chiesa Mondo’ de ‘L’Osservatore Romano’ han trabajado fundamentalmente a partir del material de los juicios que se han desarrollado en Italia contra sacerdotes que han sido condenados en firme.
Puede parecer, como se ha demostrado en otros países, que la vía judicial se quede insuficiente para conocer el alcance de la cuestión de los abusos. De hecho, en el libro se afrontan tanto el caso de los menores, los adultos vulnerables y las relaciones de poder en la que, especialmente las mujeres, han sido víctimas de primer orden.
La situación
Y es que el caso italiano es un poco peculiar. En el libro se repasa en la primera parte el camino seguido en la investigación de los abusos desde el año 2002 cuando en Estados Unidos se publica una investigación periodística en Boston que refleja no solo el hecho que ha habido abusos a menores sino que los procedimientos seguidos por las diócesis no eran adecuados para proteger a la víctima, gestionar el papel del acusador en la comunidad local o incluso parecían en algunos extremos preparados más para encubrir y salvar la reputación institucional por encima de todo y de todos. A estos seguirán los procesos de Irlanda, Bélgica, Polonia, Alemania, Australia, Chile o Francia… junto al silencio en regiones africanas, asiáticas o algunos países de América Latina. En los diferentes lugares las inquietudes por profundizar en el fenómeno han surgido de la prensa, la Justicia o las asociaciones de víctimas, en ocasiones mezcladas con otros interés políticos e ideológicos.
Contrasta con las medidas de Benedicto XVI y desarrolladas por el papa Francisco, la poca capacidad de liderazgo que ha mostrado en estos años la Conferencia Episcopal Italiana, más allá de montar las oficinas diocesanas a través de las que llevar a cabo las posibles denuncias. En Italia –que en varias ocasiones se asimila a España confrontando el itinerario que siguen los obispos que cuentan con una buena base externa para desarrollar su investigación, como son las publicaciones de ‘El país’– es llamativo que en muchos sectores eclesiales –a juzgar por la documentación oficial surgida en este tiempo– todavía no existe un concepto de víctima y tampoco se han dado pasos reales como para renunciar al privilegio, marcado en el concordato, sobre la obligación de denunciar si se conocen los abusos en el caso de un clérigo.
“Nos hemos confrontado con el misterio del mal, un de un mal que se cuela en el corazón mismo de algo que es sagrado –la vida de un niño– y que implica a los ministros de la salvación. Es un verdadero disfraz que hemos presenciado desde lejos: han convertido la obra de Dios en una burla”, relataba en una entrevista al periódico ‘La Croix’ el responsable de la comisión independiente que ha investigado los abusos en Francia, el juez Jean-Marc Sauvé. El magistrado, tras el proceso de escucha de las víctimas constataba la constante de “que el obispo, que se siente padre de sus sacerdotes, se ha dejado atrapar a menudo por el deseo de salvar al pecador, de perdonar los pecados y de dar testimonio de la misericordia de Dios, y esto ha dificultado mucho el ejercicio de la justicia por parte de la Iglesia”.
Una mentalidad que puede ser muy dominante en el episcopado y puede que también en la sociedad italiana donde el único referente para tener unos datos más precisos y amplios sobre la situación de los abusos es la documentación de la “Red el Abuso”, una asociación creada por Francesco Zanardi, víctima precisamente de abusos. En concreto –y esta es la base sobre la que se escribe este libro y que se encuentra disponible en internet– en la asociación se han recopilado unos 320 casos de los que 159 han acabado con una condena definitiva –los otros están abiertos o no ha podido celebrarse el juicio–. Desde la puesta en marcha de las oficinas diocesanas, ha disminuido la información que llega a la asociación porque en parte se disuade de este apoyo desde los propios organismos de la Iglesia. Los datos que han aportado estas oficinas son muy limitados, según se denuncia en el libro.
La voz
Junto al formidable compendio teórico y documental, en el libro se ofrece un acercamiento equilibrado, aunque crítico, al momento presente de la Iglesia italiana. Las voces de las víctimas constituyen una parte esencial de la obra y a ellas se suman también las de quienes, desde dentro de la Iglesia, continúan luchando por aplicar al máximo la “Tolerancia Cero” en esta materia. Las historias de los casos narrados, junto a los abusos, dejan al descubierto casos de doble moral, abusos de poder, la fuerza del clericalismo, la fragilidad de algunos colectivos más vulnerables, encubrimientos y advientos que traspasan toda propuesta litúrgica para sumergirse en un Viernes Santo inacabado y sin esperanza…
El mosaico que se traza a lo largo de las páginas de este ensayo trata de sustentar una de las tesis de las autoras. Si bien los casos que se presentan son “transgresiones morales” de individuos concretos, el hecho de que se produzcan en el seno de la Iglesia es algo más que un escenario accidental ya que se ha convertido en “un sistema ocultado y por lo tanto alimentado por la impunidad y el silencio”, algo que no afecta solo a la jerarquía eclesiástica sino a toda la comunidad cristiana. Puede que la Iglesia en Italia –y en parte también en España y en otras latitudes– necesitase que tres abuelas rompieran el silencio para que tomar conciencia del problema, abrazar al pecador y curar las heridas de tantas víctimas que se quedan por el camino.