JOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva
“Da la sensación de que algunos están deseando encontrar un mártir (lo han intentado también con algún obispo) con el que puedan justificar su inquina al ver refrendadas sus teorías sobre el acoso que sufriría todo lo católico en nuestro país…”.
La muerte es una cosa muy seria que no se toman a broma ni los cómicos más conspicuos. Le acaba de pasar a Santi Rodríguez, conocido humorista sobre todo tras su papel de frutero en la serie “Siete vidas”, a pesar de su título, fuera de la parrilla televisiva hace ya unos años.
Pero Santi, además de chistes, no tiene reparos en contarle su fe a quien se la pregunte. Y a algunos de sus más de cien mil seguidores en Twitter, eso no les ha hecho ni pizca gracia y le han amenazado de muerte “por ser católico”.
No es la primera vez que le sucede lo mismo a un personaje popular. Hay mucho zumbado emboscado entre esos 140 caracteres, y para meter miedo nos basta con juntar un puñadito de ellos en una palabra. El caso es que Santi, junto con una denuncia al troll que le ha amenazado, ha decidido echarle el cierre a su cuenta en esa red social.
El asunto es triste, pero querer convertirlo en un caso paradigmático de la persecución a los católicos en España, país cuya Constitución cita expresamente a la Iglesia, parece desproporcionado.
Y da la sensación de que algunos están deseando encontrar un mártir (lo han intentado también con algún obispo) con el que puedan justificar su inquina al ver refrendadas sus teorías sobre el acoso que sufriría todo lo católico en nuestro país, cuando en la mayoría de los casos son sarpullidos que surgen de la mera convivencia democrática, algo a lo que parece que aún no nos hemos acostumbrado.
Es cierto que crece en una parte pequeña de nuestra sociedad un cierto resentimiento contra la Iglesia, las más de las veces fruto de lo que les han contado y de lo que nos han entendido. En ambos casos brotan de prejuicios y desinformaciones que en nuestra mano está saber corregir simplemente con la verdad por delante, esa que nos hará libres y más dignos. Para empezar, podríamos preguntarnos, con humildad, por qué no nos quieren… Pero no lo haremos, porque comienza a escasear la caridad.
Los mismos que buscan mártires para la causa emplean el tiempo sobrante en perseguir a presuntos herejes y heterodoxos con el mismo ahínco, pidiendo credenciales de cristiano viejo a obispos, laicos, curas, monjas… La diferencia con el troll de Santi es que estos policías de la fe lo hacen en nombre de Dios, aunque sea difícil reconocerlo en lo que dicen y en cómo lo dicen.
En el nº 2.804 de Vida Nueva.