¿Se ha vivido alguna vez una época buena?


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Aunque algunos insistan en cortinas de humo, como la polémica entre dos programas de televisión o entre sus mediáticos conductores, y a pesar de los aturdidores aplausos en el último congreso del PSOE, la situación de España no es buena, con unos casos de corrupción en torno al Gobierno y a su presidente que, por desgracia, nos recuerdan tiempos pasados (aquí, que el lector ponga los nombres que quiera, porque hay para todos los gustos y colores). Ya lo dice el viejo Qohélet, con ese regusto amargo que le caracteriza: “Todas las cosas cansan y nadie es capaz de explicarlas. No se sacian los ojos de ver ni se hartan los oídos de oír. Lo que pasó volverá a pasar; lo que ocurrió volverá a ocurrir: nada hay nuevo bajo el sol. De algunas cosas se dice: ‘Mira, esto es nuevo’. Sin embargo, ya sucedió en otros tiempos, mucho antes de nosotros” (Ecle 1,8-10).



Será que hoy me he levantado contagiado por el pesimismo de Qohélet, pero me he acordado de algunos textos antiguos, como el que se encuentra en un papiro de la dinastía XIX o XX, en torno a los años 1350-1100 a. C., que describen el caos social ante el faraón de Egipto: “El hombre mira a su hijo como a un enemigo […] El hombre va al trabajo con su escudo […] El arquero es señor de la situación. La violencia está por doquier […] El hombre de valía hace duelo por la situación del país […] Verdaderamente, los que construyeron las pirámides son ahora granjeros. Verdaderamente, los hijos de los nobles son estrellados contra los muros. Verdaderamente, todas las esclavas han perdido la vergüenza. Cuando sus señoras les dan órdenes, encuentran esto humillante. Mira, se hacen cosas que nunca se hicieron antes, los mendigos roban al rey. Mira, los que poseían tumbas son tirados por el suelo, el que no podía hacerse un sepulcro posee tesoros”.

Congreso federal del PSOE en Sevilla

La historia se repite

Casi mil años antes (entre 2190-2040 a. C.), en el mismo Egipto, un campesino llamado Khun-Anup se quejaba ante Remsi, administrador general del país, acusándole de paso: “Mira, la justicia, expulsada de su sede, vaga lejos de ti. Los funcionarios hacen el mal, los jueces roban […] el que debe repartir es un ladrón; el que debe alejar la necesidad con sus órdenes actúa en interés de sus amigos […] Eres fuerte y poderoso, tu brazo es valiente, pero tu corazón es rapaz, la piedad se ha alejado de ti […] Eres un inspector de almacenes que impide el paso al pobrecillo, eres un halcón para los hombres, te alimentas de los pájaros más débiles […] Eres un pastor que no sabe alejar el mal de su rebaño; no has contado a tus animales”.

No hay por qué buscar parecidos con nuestra época, pero quizá alguno pueda encontrarlos.