Peor que no hacer algo para remediar un problema, es llevar a cabo acciones que supuestamente buscan su solución, pero cuya verdadera finalidad es no resolverlo. Ensuciar las iniciativas de una comisión ad hoc, poner trabas a los protocolos, denostar a sus protagonistas, agrava lo que se quiere combatir, en vez de zanjarlo.
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Parece que así esta sucediendo con la Pontificia Comisión para la Protección de Menores (PCPM). Creada por Francisco de Roma en 2014, para hacer frente a los escándalos de pederastia clerical, albergó muchas esperanzas, en especial por su conformación.
Destacaban el arzobispo de Boston, Estados Unidos, cardenal Sean Patrick O´Malley, conocido por su eficaz lucha contra el maltrato infantil en varias diócesis norteamericanas; la sobreviviente de abusos en Dublín, Irlanda, Marie Collins, quien fue víctima de un cura pedófilo cuando tenía 13 años, y el jesuita alemán Hans Zollner, director del Instituto de Antropología. Estudios Interdisciplinares sobre la Dignidad Humana y la Atención a las Personas Vulnerables, de la Pontificia Universidad Gregoriana, en Roma, Italia.
Pues bien. La PCPM comenzó a trabajar elaborando talleres de formación dirigidos a clérigos, en especial obispos, con el objetivo de sensibilizarlos sobre la necesaria protección de los menores. Al mismo tiempo, estableció medidas para la prevención, detección y resolución de casos de abuso dentro de la Iglesia Católica.
Sin embargo, la primera señal de alarma vino con la renuncia de Marie Collins, en 2017. La irlandesa justificaba su dimisión por las resistencias y ausencia de cooperación demostradas por la Congregación para la Doctrina de la Fe, de la que depende la PCPM y, en general, por varios dicasterios vaticanos.
Otro clavo en el ataúd, aún no cerrado pero parece que en vías de ser clausurado, ha sido la también abdicación de Zollner. Menos claro, refirió “problemas que deben abordarse con urgencia y que me imposibilitaron continuar con mi misión”. Aunque refirió falta de claridad en el proceso de selección de sus miembros, información insuficiente y vaga comunicación.
El golpe ha sido demoledor, al punto que el Papa convocó a una asamblea plenaria de la PCPM, efectuada esta semana que termina. En ella, Bergoglio pidió que se le facilite un informe anual sobre lo que funciona bien y lo que no.
¿Se hunde, entonces, este esfuerzo papal por erradicar una de las peores consecuencias del clericalismo? ¿Fracasará esta iniciativa de Francisco para hacer frente a una de las mayores lacras eclesiásticas? Las resistencias curiales a los lineamientos de su pontificado tienen en este punto, quizá el más sensible, una perversidad enorme.
Reza el refrán popular: “si quieres que algo no funcione, forma una comisión”. Ojalá no sea así con la PCPM.
Pro-vocación
La Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció, el pasado viernes, que la emergencia sanitaria por la pandemia Covid-19 ha terminado. Pasaron tres años, 1150 días, en los que vivimos temerosos de la pandemia. La gestión de nuestra Iglesia frente al evento la analizo en mi libro: ‘¿Tiene futuro la Iglesia Católica? Su actuación frente a la situación actual’ (PPC Editorial). Como usted está leyendo estas líneas, es de los sobrevivientes. ¡Felicidades! Pero: ¿qué fue lo que aprendió? ¿Con qué se queda?