Lamento tener que escribir otra vez sobre Venezuela, pero es lo que tienen los tiranos y sus martirizados países. El sátrapa Nicolás Maduro ha anunciado que va a adelantar la Navidad al 1 de octubre. En realidad, la medida –que ya se aplicó en 2019, 2020 y 2021– supondrá, supuestamente, un reparto de ayuda y comida para los barrios más necesitados. Porque me imagino que Jesús seguirá naciendo la noche del 24 de diciembre incluso en Venezuela.
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Los calendarios siempre han sido algo muy importante, ya que, además de regular las actividades humanas –por ejemplo, las agrarias–, implicaban una distinción entre tiempos sagrados y tiempos profanos. El calendario judío era luni-solar, copia del año mesopotámico (incluso cambiaron los nombres de algunos meses; así, ‘abib’ –marzo-abril, el mes de las espigas– pasó a denominarse ‘nisán’). Pero algunos grupos judíos de la época de Jesús empleaban otro calendario, de 364 días, con ocho meses de treinta días y cuatro –uno por trimestre– de treinta y uno.
La ventaja de este calendario es que todas las fiestas caían siempre el mismo día, y empezaba un miércoles, que se suponía que era el día de la creación: “E hizo Dios dos lumbreras grandes: la lumbrera mayor para regir el día, la lumbrera menor para regir la noche; y las estrellas. Dios las puso en el firmamento del cielo para iluminar la tierra, para regir el día y la noche y para separar la luz de la tiniebla. Y vio Dios que era bueno. Pasó una tarde, pasó una mañana: el día cuarto” (Gn 1,16-19).
El último cuerno
En el libro de Daniel, un libro de carácter apocalíptico escrito en plena crisis macabea contra el helenismo, se habla de un sueño en el que aparecen cuatro “bestias” que no son sino reinos o imperios que avasallarán a Israel. La cuarta de esas bestias se refiere al Imperio de Alejandro Magno y sus sucesores: “La cuarta bestia es un cuarto reino que habrá en la tierra, distinto de todos los demás; devorará toda la tierra, la trillará y triturará. Sus diez cuernos son diez reyes que habrá en aquel reino; después de ellos vendrá otro distinto que destronará a tres reyes, blasfemará contra el Altísimo e intentará aniquilar a los santos del Altísimo y cambiar el calendario y la Ley” (Dn 7,23-25). Como se ve, uno de los grandes pecados de este último “cuerno” –Antíoco IV Epífanes, contra el que se revolvieron los macabeos– fue pretender eliminar el calendario judío y sustituirlo por el helenista.
Nicolás Maduro no es Antíoco IV –quizá le gustaría, aunque no sé si sabe quién fue–, pero cambiar los calendarios es algo serio y no conviene tomárselo a chacota, porque es todo un síntoma.