El descubrimiento
El pasado jueves, 3 de junio, en el entorno de un antiguo internado para niños indígenas de Kamloops, en la Columbia Británica de Canadá, se encontraron los restos de 215 alumnos muertos y olvidados. Dicho hallazgo ha conmocionado a todo el país. Mientras, el primer ministro, Justin Trudeau, apuntaba directamente hacia los obispos, el Vaticano y las altas jerarquías católicas de la responsabilidad de lo ocurrido –en una estrategia habitual de este líder en todo lo que a pasado indigenista se refiere–.
La aparición de estos restos en un terreno cercano al imponente edificio del Colegio Residencial Indígena de Kamloops se ha producido tras largas investigaciones por parte de algunas asociaciones de nativos. Impresiona descubrir esa ingente morgue de cenizas con algunos menores que apenas llegan a los tres años de edad. Mientras se esperan resultados más exhaustivos, la ONU ha reforzado el discurso político de Trudeau y pone en cuestión toda red de internados similares que por todo el país gestionaba la Iglesia católica desde finales del siglo XIX hasta los años 70 del siglo XX.
En estas décadas se han producido algunas muestras de repudio del sistema pedagógico de reeducación para acabar con las lenguas y tradiciones de los nativos que se desarrollaban en estos centros. Una mentalidad educativa que abrió la puerta a otros tipos de abusos y desarraigos. Se calcula que por esos centros pasaron unos 150.000 menores a lo largo de su historia.
El ángelus
Mientras Trudeau azuzaba a los obispos y al Vaticano, Francisco se reunió este sábado con dos cardenales canadienses muy cercanos. Acto seguido, en el ángelus de este domingo de Corpus, 6 de junio, el Papa no pasó de puntillas sobre la cuestión. He aquí la literalidad de sus palabras:
Sigo con dolor las noticias procedentes de Canadá sobre el espantoso descubrimiento de los restos de 215 niños, alumnos del Colegio Residencial Indio de Kamloops, en la provincia de Columbia Británica. Me uno a los obispos canadienses y a toda la Iglesia católica de Canadá para expresar mi cercanía al pueblo canadiense, que ha quedado traumatizado por la impactante noticia. El triste descubrimiento aumenta nuestra conciencia del dolor y el sufrimiento del pasado. Las autoridades políticas y religiosas de Canadá seguirán colaborando con determinación para arrojar luz sobre este triste acontecimiento y comprometerse humildemente en un camino de reconciliación y sanación. Estos tiempos difíciles son una fuerte llamada para que todos nos alejemos del modelo colonizador y caminemos juntos en el diálogo, el respeto mutuo y el reconocimiento de los derechos y valores culturales de todas las hijas e hijos de Canadá. Encomendamos al Señor las almas de todos los niños que han muerto en los internados de Canadá y rezamos por las familias y las comunidades indígenas canadienses, que están sumidas en el dolor. Rezamos en silencio.
Llama la atención que Francisco no se pone de perfil y ni usa la catástrofe como arma arrojadiza contra todo un sistema colonial más político que religioso que saca las vergüenzas del país que presume de sus niveles democráticos sepultando en el halo religioso lo terrible de un historia en la que demasiados cómplices han dado la espalda. El llamamiento a autoridades políticas y religiosas por igual de Francisco pone como objetivo la reconciliación y la sanción condenando la raíz de fondo, un colonialismo, que otros parecen alentar con nuevo cuño. ¡Qué daño hacen los populismos cuando ni siquiera se pueden llorar a unos (niños) muertos!