José Francisco Gómez Hinojosa, vicario general de la Arquidiócesis de Monterrey (México)
Vicario General de la Arquidiócesis de Monterrey (México)

¿Se puede perdonar sin olvidar?


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Ahora que está de moda el pleito diplomático entre las autoridades mexicanas y españolas, por lo sucedido hace ya más de cinco siglos -de acá para allá se exige una disculpa, y de allá para acá se niega de manera rotunda tal solicitud-, mucho se ha escrito sobre el perdón: ¿debe el gobierno español pedir perdón por los excesos de su Conquista? ¿debe la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum perdonar esos hechos, en atención a los beneficios que trajo la irrupción de ese país en nuestras tierras?



Me han preguntado mi opinión al respecto, y mi respuesta les ha desconcertado: hay que perdonar, pero no olvidar.

Y es que cuando alguien dice que perdona pero no olvida, de inmediato desautorizamos su gesto. El perdón, afirmamos, exige borrar de la mente y del corazón lo sucedido, es decir, olvidar, y quien no logra deshacerse de ese recuerdo no termina por perdonar de manera absoluta.

Quien “perdona pero no olvida” se arroja en los brazos del resentimiento, que provoca en el alma dolor, ira, venganza y en ocasiones hasta la autodestrucción. Se recomienda, desde la psicología y la religión, la resignación, dejar que corra el tiempo pues este “lo cura todo”, tomar cursos de resiliencia y terapias reconstructivas, mirar hacia el futuro dejando atrás el pasado.

Claudia Sheinbaum

Claudia Sheinbaum, presidenta de México. Foto: EFE

Y sí. Si un familiar me roba mi parte de la herencia, o si un amigo me ofende al revelar un secreto que solo había compartido con él, yo puedo perdonar a ambos y olvidar lo sucedido, independientemente de que se disculpen y restituyan. Pero hay casos en los que, creo, se puede perdonar, pero no se debe olvidar.

Y es que el resentimiento por un agravio recibido puede ser testimonio y acusación de que sigue sucediendo. Es un grito, una protesta contra lo que instrumentó la afrenta, una denuncia de lo que la posibilitó y continúa haciéndolo.

Un padre de familia, por ejemplo, al que se le arrebató a su hijo, puede perdonar, no deseando el mal a los captores ni ocasionándoles el mismo daño recibido -sería venganza-, pero no debe olvidar, debe mostrar esa llaga abierta, debe recordarnos a todos que mecanismos de corrupción permitieron la desaparición de su ser querido.

Yo perdono a España -aunque poco les importe a Pedro Sánchez, el presidente del Gobierno, y al rey Felipe VIpor lo que sus ancestros nos hicieron en la Conquista, pero denuncio la opresión que muchos pueblos siguen sufriendo por parte de potencias extranjeras, que quieren aprovecharse de sus recursos.

Pro-vocación

El pasado miércoles se celebró el Día Mundial de la Alimentación. El año pasado, según informe de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) el hambre afectó a más de 280 millones de personas en el mundo. Sus detonadores son: conflictos bélicos -Gaza está a un paso de la hambruna-, cambio climático y las desigualdades entre los países ricos y los pobres. Según la misma fuente, México es de los 20 países que más comida desperdicia. En España, durante 2023 más de 65 kilos de alimento por familia terminaron en la basura. De vergüenza.