El pasado 6 de noviembre, el diario ABC ofrecía una curiosa noticia: el descubrimiento en el techo de la iglesia de Santiago, de Amberes, de una “cápsula del tiempo”. Según parece, cuatro trabajadores dejaron un mensaje en una caja de cerillas en el año 1940. Aparte de dejar constancia de sus penosas condiciones de trabajo, aquellos obreros terminaban su breve carta diciendo: “Asegúrense de tener suministros en casa: arroz, café, harina, tabaco, y sobre todo disfruten la vida al máximo. Cásense y, para los que ya están casados, cuiden de sus hogares. Saludos”.
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“Disfruten la vida al máximo”
Naturalmente, la mención de los productos que se recomendaba tener en casa ha hecho que esta noticia se relacionara con esta situación de confinamiento más o menos estricto que padecemos. Sin embargo, a mí me llamó más la atención lo que figura después: “Disfruten la vida al máximo. Cásense y, para los que ya están casados, cuiden de sus hogares”, porque me recordó, salvando todas las distancias, alguno de los mensajes del libro del Eclesiastés: “Anda, come tu pan con alegría y bebe contento tu vino, porque Dios ya ha aceptado tus obras. Lleva siempre vestidos blancos, y no falte el perfume en tu cabeza; disfruta de la vida con la mujer que amas mientras dure esta vana existencia que te ha sido concedida bajo el sol” (Ecle 9,7-9).
Y es que, para algunos autores, el “mensaje” que lanza este libro bíblico es el de una felicidad “asequible” en medio de una vida básicamente difícil y a veces dramáticamente absurda. Un gran estudioso de este libro, el P. José Vílchez, habla de los “parciales pero alegres sentidos de la vida” que ofrece este libro de Qohélet. Eso explicaría que sea este libro precisamente la lectura litúrgica del judaísmo en una de sus fiestas más importantes, la de las Tiendas, una fiesta alegre, ya que en su origen celebraba la cosecha de otoño.
Como dice José Vílchez del Eclesiastés, hay que “dar gracias a Dios por encontrar entre los libros sagrados uno que tan poco lo parece”.