Esa es la cuestión, la ecuación esta mal planteada, me parece que aún seguimos pensando en el modo de tocar las campanas, en reordenar la sacristía o darle una “chaineada” al templo; no alcanzaremos a dar paso a una evangelización más vigente si no comprendemos la época en la que vivimos, es cierto que el tiempo de las redes nos ha exigido presencia… pero hay modos de hacerla.
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La evangelización ha requerido siempre audacia, trabajo e inserción, no puede quedarse reducida solamente a dar pistas de bienestar o píldoras de doctrina; hay muchos movimientos de la iglesia hoy en día, en torno a buscar modos de evangelizar; lo que es cierto es que los esfuerzos no han de dejar duda que cada quien hace lo mejor que puede.
La pregunta de fondo es ¿hacia dónde vamos?
Escuchamos muchas voces que anhelan tiempos pasados, escuchamos muchas indicaciones sobre “normas para el regreso gradual”, vemos muchos videos haciendo atractiva y llevadera la fe; pero ¿hacia dónde vamos?
Me parece que el rumbo es poco claro, el papa Francisco nos invita a mirar hacia un horizonte esperanzador al cual hay que avanzar, ha izado las velas con el sentir del viento favorable… es decir podemos quedarnos a la defensiva pensando que esto no se resolverá, podemos escondernos mientras pasa la pandemia, podemos hacer grandes maletas que por lo pesado impedirán el avance o, ¿realmente pretendemos hacer algo para que las cosas sucedan?
Seguimos siendo una iglesia de causas nobles y heroicas, donde es más fácil hacer una marcha por la vida y la familia, a estar con una posición clara ante la realidad que exige conciencias vivas y maduras; la ausencia del guía nos ha llevado a hacer muchos esfuerzos pero sin rumbo, de ahí que es crucial escuchar la realidad y sentir con el pueblo; hace pocos días un periodista decía: a nuestra Arquidiócesis de México le ha hecho falta posicionarse en este momento histórico.
¿Hacia dónde vamos?
Jesús y sus discípulos tenían claro que el camino era SER y VIVIR en comunidad; creando un Reino donde es posible restaurar una sociedad colocando al hombre al centro y denunciando estructuras sociales y religiosas que lejos de liberar oprimen a la persona; la virtualidad no puede quedarse en la atmósfera de marketing para hacer ameno el confinamiento, no puede ser solo mostrar la “alegría del Evangelio” como el mero instante captado o el video “likeado” y no una vida con causa; hemos perdido el sentido de eclesialidad y hemos desfasado el Reino por las normatividades canónicas, litúrgicas y doctrinales.
Jesús le dijo al hombre: ponte AL CENTRO y EXTIENDE la mano, he ahí una doble tarea: purificar la dinámica de la comunidad que ha dejado fuera al hombre y ponerlo al centro.
Los templos ya venían vaciándose y ahora difícilmente regresarán, la vida cristiana se ha vivido desde otra dinámica donde hace innecesario regresar a un culto sin espiritualidad, a un templo sin alma; no seamos ilusos al querer implementar recursos tecnológicos para pensar que estamos “dentro”, es necesario tener claro qué predicamos y a quién seguimos… ¿Qué predicaba Jesús?