José Luis Pinilla
Migraciones. Fundación San Juan del Castillo. Grupos Loyola

¡Seamos gansos!


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Es complicado esto de ser voluntario en estos tiempos de pandemia. Cuando la presencialidad y el acompañamiento se han hecho más difíciles, hablar y motivar sobre la importancia del voluntariado –por ejemplo con migrantes– es más difícil .



Y es que acompañar en estos casos supone un plus de motivación e inspiración para mantener en el tiempo y en el espacio la imprescindible labor de aplicar la generosidad de la entrega a los empobrecidos. Cuando la presencialidad se hace difícil, la reflexión y el análisis de nuestra labor se convierte en una tarea útil y necesaria que nos ayuda a mirar en perspectiva, con proyectos que vayan más allá del corto plazo y pensar en lo “esencial” de nuestra entrega acompañando, sirviendo y defendiendo de todas las maneras posibles.

Hace días, en la asamblea de Pueblos Unidos nos ayudaron para afinar más y mejor. Y de paso animarnos y cuidarnos unos a otros. Lo hicieron presentado la conocida parábola de los gansos. Ya sabéis que en la temporada de otoño en la que estamos, estas aves emigran retornando a las zonas cálidas donde existen más alimentos. O son más fáciles de conseguir. Se trata de aplicarnos dicha parábola a nuestro servicio.

La traigo también a cuenta de la imprescindible tarea de buscar conjuntamente el bien común cuando en muchas situaciones los particularismos partidistas (en Estados Unidos, en Europa, en España..) se olvidan del primar el conjunto de la acción por el bien común. Un ejemplo cercano es detectar la indigna situación en la que están las personas migrantes en Canarias, y como la Red #MigrantesConDerechos de las islas lanzó un comunicado en el que demandaba una mayor corresponsabilidad y coordinación entre administraciones y la puesta en marcha de un sistema de acogida eficaz y digno además de un cumplimiento de protocolos de identificación de posibles menores de edad.

Ellos nos orientan

En resumidas cuentas, la parábola que cito –me parece que conocida– va sobre la posibilidad de ser también nosotros “un poco gansos”. Es decir aprender de ellos lecciones imprescindibles que, en el ámbito migratorio y en otros muchos de vulnerabilidad, nos pueden orientar para el fortalecimiento compartido buscando el bien común. Veamos algunas de ellas:

  1. Aprender a volar en “V”. Se ha comprobado que cuando cada pájaro bate sus alas produce un movimiento en el aire que ayuda al pájaro que va detrás de él. Volando en “V” la bandada de gansos aumenta por lo menos un 71% más su poder que si cada pájaro volara solo.
  2. Las personas que comparten una dirección común y tienen sentido de comunidad o en red pueden llegar a donde deseen más fácil y rápidamente porque van apoyándose mutuamente. Si nosotros tuviéramos la inteligencia de un ganso nos mantendríamos con aquellos que se dirigen en nuestra misma dirección
  3. Cada vez que un ganso se sale de la formación siente inmediatamente la resistencia al aire, se da cuenta de la dificultad de hacerlo solo y rápidamente regresa a su formación para beneficiarse del poder del compañero de adelante.
  4. Cuando el líder de los gansos se cansa, se pasa a uno de los puestos de atrás y otro ganso toma su lugar. Obtenemos mejores resultados si tomamos turnos haciendo los trabajos más difíciles.
  5. Los gansos que van detrás graznan (producen el sonido propio de ellos) para alentar a los que van adelante a mantener la velocidad. Una palabra de aliento produce grandes beneficios. El estímulo motiva, reconforta.
  6. Finalmente –y este, me parece, es el aspecto más importante–, cuando un ganso se enferma o cae herido por un disparo, otros dos gansos se salen de formación y lo siguen para ayudarlo y protegerlo. Se quedan acompañándolo hasta que este nuevamente en condiciones de volar o hasta que muere, y solo entonces los dos acompañantes vuelven a su bandada o se unen a otro grupo. El acompañamiento es imprescindible. ¿Qué es (o quién es) lo primero para una nación dentro del conjunto de naciones? ¿Quiénes son los primeros y los últimos?

gansos volando

Acompañar a los emigrantes en sus caminos geográficos y/o vitales supone al menos un cuidarnos en grupo y en comunidad abierta y no replegada sobre sí misma para que nuestro vuelo, acompañados y acompañando, resulte eficaz. Entre otras cosas para superar el individualismo o egocentrismo que se nos cuela casi sin querer en nuestra acción. Y es que la cosa va de invertir los términos:

  • Lo importante no es lo que yo hago por el pobre migrante… sino lo que el pobre migrante hace en mí. Y no solo de servicios muchas maneras, impagable entre otras cosas porque hacen lo que otros no quieren hacer, sino porque nos ofrecen una búsqueda de sentido.
  • Lo importante no es cómo paliar los efectos del desastre migratorio… sino hacer a las gentes menos vulnerables a ese y otros desastres: con propuestas estructurales (prevención, educación, integración, defensas, desarrollo sostenible, etc.), con denuncias proféticas y eficaces, con la cooperación y acción en origen, tránsito y destino, etc.
  • Lo importante no es solo ayudar a que los migrantes sobrevivan hoy… sino ayudar a garantizar unas condiciones de supervivencia y dignidad. Es decir con proyectos de largo alcance, tanto en el tiempo como el espacio.

Y, sobre todo, saber y vivir que lo importante no es lo que yo hago por los pobres sino lo que ellos hacen por mí. Esto es lo me mantiene mi vida aspirando –con sentido– a los “altos vuelos”. Identificación. Y meterse en su “vuelo”. Y acompasar mi ritmo con el de los últimos, con el de los que van a la cola.

Por consiguiente, se trata no solo de mirar como vuelan los gansos, sino que nosotros o los que quieran volar con nosotros “¡seamos gansos!”.