El misterio de Dios en la vida del creyente está oxigenado por ser presencia siempre nueva y que no se deja encerrar en un modo único de manifestarse en la vida de sus hijos. Y el hombre, que está siempre en camino constantemente discierne, la manera como Dios irrumpe en su vida, lo llama, lo hace madurar y lo acompaña por medio de la oración. Siempre será importante detenerse y ponderar esas nuevas llamadas, las voces repetitivas o, en últimas, las mociones del Espíritu Santo en la vida de todos nosotros.
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Durante estos días una de esas mociones en mi vida ha sido la presencia real y transformante del Espíritu Santo. Hace poco menos de quince días hablé a una comunidad de asociados Eudistas de lo que el Espíritu Santo hacía en la vida del creyente, pero se despertó en mí el deseo de captar la energía vital (Ruah) que nos transmite.
En nuestro retiro espiritual de la Provincia Eudista Minuto de Dios he sentido nuevamente ese deseo insatisfecho de contemplar el poder del Espíritu Santo, como soplo suave e imperceptible como la respiración y viento huracanado que destroza las más grandes rigideces que podamos tener. Pero ni siquiera estas dos perspectivas podrían saciar completamente lo que el Espíritu Santo hace en nosotros.
Ídolos conceptuales
Soy consciente de que debo romper con las comprensiones establecidas de Dios. Soy consciente que debo quebrar la fabricación de ídolos conceptuales que al intentar definir las realidades divinas terminan vacías de presencia, así estén llenas de contenido. Porque ciertamente, como el aire, el movimiento incontenible del Espíritu no se puede encapsular, pues al quitarle el movimiento deja de ser.
Espero sinceramente una renovación. Deseo que esta fuerza incontenible y siempre en movimiento venga a saturarme completamente. Mi deseo es que ese Espíritu que nos habla de la inmensidad de nuestro Dios venga a revitalizarnos como Iglesia. Que todos los bautizados sintamos su caricia y que yo, en particular, pueda renovar mi bautismo y mi ministerio sacerdotal, para que la acción del Espíritu Santo haga de mi vida un instrumento de su acción, dejándome envolver por él y comprendiendo lo que el Espíritu dice a las Iglesias hoy.
Por P. Hermes Flórez Pérez, cjm. Eudista del Minuto de Dios