Fernando Vidal
Director de la Cátedra Amoris Laetitia

Seminarios de barrio


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Hay un muy grave déficit de Pueblo. Sin esa experiencia de vecindad, fraternidad conciudadana, vivencia de plaza y calle de todos y con todos, es difícil que la categoría conciliar de “Pueblo de Dios” sea carne vivida y mística de cuerpo. Sin ese corazón de pueblo, tan solo hay ideología.



Las ciudades han perdido espacios de convivencia entre distintas clases sociales, ideologías, credos, estilos, procedencias, etc. Las urbanizaciones han hecho y vallado su propia piscina privada, su parque infantil, su jardín, su sala de vecinos, etc. Todo lo que antes era exterior y de todos, ahora es zona reservada. Cada clase social tiene su propio territorio y circuito de trabajos, en los que apenas se mezcla. La forma de las ciudades es una máquina que crea división. La parroquia debe ser lo contrario: tener forma de plaza. Como la de Pentecostés.

La forma de los seminarios crea Iglesia. Es tal el grado de desvinculación con la amplia diversidad del Pueblo de Dios, y tan fuerte el encastillamiento en ideologías o movimientos, que es preciso que la formación para ser presbítero cobre otro modo. La fe, pluralidad y vulnerabilidad del Pueblo, el compartir inmediato y continuo con él, especialmente con los pobres y sufrientes, da forma al corazón presbiterial. Solo eso va a liberar de clericalismos e ideologías. No basta con hacer prácticas o salidas, ni ya se puede dar por supuesto.

Fraternidad presbiterial

Siendo importante vivir hondamente la fraternidad presbiterial, es urgente que la formación de los seminaristas acontezca diariamente en los barrios, con la gente a la que van a servir, especialmente con los excluidos y sufrientes. La formación teológica y pastoral profunda debe vivirse insertos en el corazón de los barrios, y al modo como el propio Jesús formó a sus apóstoles: por las calles, con toda la gente, en sus casas, haciendo plaza.

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