Septiembre es época de inicios, de novedades e, incluso, de buenos propósitos. Para quienes estamos vinculados al ámbito educativo, este mes es sinónimo de proyectar ilusiones. En mi caso, además, este mes trae consigo cambios existenciales muy significativos. Abandono la Sierra de Madrid por Granada, una ciudad a la que tengo un cariño muy especial.
El miedo y el riesgo que siempre implica lo desconocido hace que la sabiduría popular recomiende preferir “lo malo conocido que lo bueno por conocer”. Algo de esto se esconde detrás del lío que siempre implican las mudanzas y los cambios de residencia. Las nuevas circunstancias te obligan, por una parte, a salir de tu zona de confort, del ambiente y las relaciones que controlas y en las que te sientes cómoda. Pero, por otra parte, también te lanzan a nuevas situaciones capaces de hacernos crecer y a conocer nuevas personas que nos complementan y enriquecen.
Aunque no siempre nos atraiga la novedad, creemos en un Dios que recrea todas las cosas y que nos lanza inevitablemente hacia lo incierto. Así lo expresa Isaías: “Pues ahora mismo te cuento novedades, secretos que no conocías, cosas creadas ahora, no antes, cosas al día, que no las oías, para que no digas ‘ya las sabía'” (Is 48,6-7). ¡Ojalá durante este curso que empieza no nos venza el miedo a lo desconocido!