¿Será el diablo el fiscal general del Estado?


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Hace unos días, y a propósito de la imputación o investigación del fiscal general del Estado, alguien me preguntó si hay en la Biblia algún fiscal general investigado. Y me vino a la memoria el comentario al libro de Job que hicieron al alimón el gran biblista Luis Alonso Schökel y el no menos grande José Luis Sicre (Job. Comentario teológico y literario. Estella, Verbo Divino, 1983). A propósito de Job 1,6: “Un día fueron los ángeles y se presentaron al Señor; entre ellos llegó también Satán…”, los autores comentan: “Un ‘satán’ es uno que se enfrenta como rival o fiscal, con una idea o plan contrapuesto” (p. 101).



En efecto, en hebreo, ‘satán’ significa “oponente, adversario, acusador”. Por eso no está mal traída la idea de identificar al fiscal con el satán (hay que decir que, en opinión de Alonso Schökel y Sicre, el satán del libro de Job hay que escribirlo precisamente así: con minúscula y artículo determinado de título o función, para diferenciarlo claramente del Satanás de la tradición cristiana, que es otra cosa bastante diferente…).

Por eso siguen diciendo los autores mencionados: “No confundamos el satán de esta narración con nuestra imagen o concepción del demonio, ángel caído que odia a Dios y sus obras. Aunque algunos puntos de contacto nos empujen a la confusión, debemos defendernos para contemplar rigurosamente la función del personaje en la obra. El satán no es una afirmación teológica, sino un personaje funcional en la historia” (p. 101).

Fiscalia General Del Estado

Mentiroso

Convertido ya en el epítome del mal en la tradición cristiana, Satanás ya es el “diablo” por antonomasia. Y el diablo tendrá muy mala prensa en el cuarto evangelio. En una discusión con los judíos, el Jesús joánico dice: “Vosotros sois de vuestro padre, el diablo, y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Él era homicida desde el principio y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando dice la mentira, habla de lo suyo, porque es mentiroso y padre de la mentira” (Jn 8,44).

Evidentemente, Álvaro García Ortiz no es el diablo, tal como lo presenta el cuarto evangelio, el mentiroso que enfrenta a unas personas con otras (tal como se podría deducir desde la etimología de la palabra griega ‘diabolos’). Pero no estaría mal que abandonara esa tarea de confrontación al servicio de la peor política.