Aunque me sienta como una intrusa en el arte de escribir, reconozco que estas líneas semanales me suelen fluir con cierta facilidad. Como ya sabéis, algo cotidiano me hace pensar y no me resulta complicado compartir, en un par de párrafos, lo que me brota en torno a esa cuestión. Por más que esto sea lo habitual, quería escribir algo sobre todo lo que me provoca la invasión rusa en Ucrania y, sinceramente, no encuentro las palabras capaces de expresarlo. Como a muchos de quienes me leéis, esta situación me produce impotencia, miedo, rabia y demasiadas preguntas que no sé responder: ¿Qué deberían hacer las naciones que contemplan en la distancia lo que está sucediendo? ¿Qué papel real juega la economía en la acción o en la inactividad de los demás países? ¿Las medidas económicas contra el país invasor son realmente efectivas? ¿Hacia dónde va la humanidad?
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Más preguntas que respuestas
Últimamente me ha venido a la cabeza un diálogo entre dos personajes de la película ‘Disparando a perros’ (2005). En medio del genocidio de Ruanda, una periodista le dice a uno de los protagonistas que lo había pasado mucho peor cubriendo el conflicto en Bosnia, no porque se hubiera acostumbrado a la masacre, sino porque es más fácil sentir empatía y solidaridad cuando te resulta fácil identificarte con las víctimas. ¿Qué hace que nos sintamos más cercanos a unas situaciones y olvidemos otras, como la guerra en Yemen? ¿Por qué nos afecta y nos preocupa tanto este conflicto bélico cuando existen otros muchos activos y que se prolongan en el tiempo? ¿Por qué nos pilla más cerca? ¿Por qué es en Europa y no en un lejano lugar de África? ¿Por qué vemos muy cerca el riesgo de un conflicto mundial? Como me suele suceder, tengo más preguntas que respuestas.
El término hebreo ‘Shalom’, que solemos traducir como paz, tiene muchos más matices que la simple ausencia de conflicto. Se trata de una situación de armonía en la diversidad, de ambiente en el que todos podemos ser nosotros mismos en respeto y equilibrio. El sueño de Dios para la creación entera se presenta como este ‘Shalom’ que rezuman los primeros capítulos del Génesis. Desde este modo de comprenderlo, no sorprende que la bendición que la estirpe levítica debía invocar sobre los israelitas incluyera el deseo de que el Señor les mostrara su verdadera faz y les diera ‘Shalom’ en sus vidas (cf. Nm 6,26). Mientras hacemos nuestro este anhelo y lo suplicamos a Quien nos puede bendecir con ello, no dejemos de hacernos preguntas, aunque no tengamos respuestas.