El pasado jueves 20 de mayo, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, presentó el llamado plan “España 2050”, una serie de objetivos y medidas que supondrán el proyecto del país que “queremos ser dentro de treinta años”. Naturalmente, ese país que será –o no, como diría el expresidente Rajoy– aparece en el mencionado plan como una especie de Jauja, con todos los atributos que hoy en día se consideran imprescindibles para ser digno y respetable: ecológico, sostenible, inclusivo, horizontal, participativo, etc.
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España 2050
Lo que no dijo el presidente del Gobierno –al menos no consta que lo hiciera– es que fuera él quien estaría todavía al mando de la nave en esa fecha mágica de 2050, ni siquiera que sea él quien llevará a cabo semejante transformación. En ese sentido, aún le queda para parecerse a aquellos antiguos emperadores romanos a los que algunos devotos –normalmente a cambio de algunas prebendas– doraban la píldora hasta extremos inimaginables. Para querer agradar al emperador de turno y hacer ver que con él se inauguraba una nueva era, esos vates no dudaban en imaginar una Edad de Oro en la que, entre otras cosas, la naturaleza se mostraría benigna hasta el extremo con el ser humano, que no tendría que hacer nada para obtener fruto de ella. Esto es lo que dice el gran Virgilio (41-37 a. C.) en su ‘Égloga’ IV, una pieza que habla de un niño que no sabemos a ciencia cierta quién es:
“Por sí, las cabras con las ubres llenas / volverán al redil; no tendrán miedo / de los grandes leones las manadas […] verás los campos poco a poco enrubiarse con espigas, / y en uvas tintas frutecer las zarzas / y aljofarada miel sudar los robles […] No se ha de hundir la azada ya en los campos / ni en las vides la hoz; ya sus toretes / desuncirá el recio gañán. / La lana no querrá ya mentir varios colores. / Por sí mismo, el morueco en los pradales / mudará su vellón en clara púrpura / o en amarilla gualda, y los colores / al pastar se teñirán de escarlata”.
En la Biblia también se habla en ocasiones de esa “época mesiánica” en la que la vida será fácil y agradable para el ser humano: “Vienen días –oráculo del Señor– cuando se encontrarán el que ara con el que siega, y el que pisa la uva con quien esparce la semilla; las montañas destilarán mosto y las colinas se derretirán” (Am 9,13).
Por lo que parece, la utopía sigue siendo necesaria, no así la estupidez.