Ellos no comprendieron lo que les dijo. Su madre conservaba todo esto en su corazón (Lc 2,50-51).
Jesús, sabiendo que iban a venir para arrebatarle y hacerle rey, se retiró de nuevo al monte a orar (Jn 6, 15).
Entonces Pilato le preguntó: “¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?”. Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado (Mt 27,13-14).
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Silencio. Falta silencio.
Y rompo el silencio para hablar del silencio.
El silencio de una mirada amorosa sin palabras.
El silencio de una tristeza sobrecogedora.
El silencio de no saber que hacer, de no saber que decir cuando el otro sufre.
El silencio de los lastres del pasado, de los miedos del futuro.
El silencio cuando Dios no está y el silencio cuando Dios nos inunda.
El silencio para escuchar. El silencio para escucharnos.
El silencio de la luz, el silencio del agua, el silencio del viento.
El silencio para seguir creyendo, el silencio para seguir oyendo los ecos de la esperanza.
El silencio para conmoverme.
El silencio para saberme hijo del silencio.
El silencio para recuperar el silencio.