José Beltrán, director de Vida Nueva
Director de Vida Nueva

Sin diáconos a golpe de mitra


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JUEVES 7. Hans Zollner se sabe incómodo. Ya debe estar acostumbrado. No debe resultar sencillo que te inviten a hablar de los abusos a un foro, conocer la realidad del país y tener que advertir la que se avecina sin que te consideren más peligroso que a un periodista abordando la cuestión. No sienta bien lo que dice. No resulta fácil asimilarlo. Y hay quien confunde una vez más mensaje con mensajero. “En España habrá más casos”, advierte.

VIERNES 8. Decidió que los diáconos permanentes no le hacían gracia y decidió borrarles de un plumazo de la faz de la diócesis. A los que estaban formándose, les dejó abandonados. A los ordenados, los intentó recolocar para que se les viera lo menos posible. ¿El argumento? Necesitamos laicos comprometidos, pero no diáconos. Así, a golpe de mitra.

SÁBADO 9. A uno de los alcaldes de Getafe se le ocurrió plantar naranjos en las calles del centro. Buena elección. Coquetos. Adornan. Pero nada más. Me pone en alerta un amigo. “No se te ocurra probarlas, no son naranjas de verdad”. Pero lo parecen. Y con eso nos conformamos. Con aquello que se aspira a ser, pero no se es. La cáscara.

LUNES 11. Zidane vuelve al Real Madrid. No sé si las segundas partes serán buenas en este caso ni cuantos millones habrán mediado para un retrono 256 días después de dejar el banquillo blanco. Pero algo de humildad también debe haber recorrido el Bernabéu. Y no sé si tanto por el entrenador como por el presidente. A veces hay que regresar, al mismo espacio, a la misma misión. Pero nunca serás el mismo. Algo ha cambiado. Y no necesariamente para mal. Otro tiempo. Otra misión.

MARTES 12. Nadie quiere ser arzobispo de Santiago de Chile. Varios intentos infructuosos. “O un mártir o un inconsciente. Solo alguien así puede asumir un pastoreo imposible”, me dicen.  O las dos cosas, que siempre viene bien no calibrar todos los riesgos.

MIÉRCOLES 13. Han pasado unos cuantos días desde que el jesuita especialista en abusos lanzara su advertencia. Lamentablemente, no le faltaba razón. Zollner no es un profeta de calamidades. Y los que quedan. Mientras, a verlas venir. O a clavar bien la alfombra, no sea que a alguien le dé por husmear.

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