Sinodalidad, un modo de ser de la Iglesia en el mundo a la luz de la territorialidad Amazónica


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“El problema es que la Iglesia no conoce nuestra cultura, si nos conociera, sabría que luchamos por lo mismo, que reconocemos al mismo Dios, padre y madre creador, que no solo nos ha dado todo, sino que nos pide que vivamos bien todos y en armonía”, explicaba Santiago Yahuarcani durante la Escucha del Sínodo Amazónico.



Entremos a esta reflexión sobre la Sinodalidad como modo de ser de la Iglesia, desde una de las cartas de San Pablo a los Filipenses, una comunidad con fuertes desafíos internos en cuanto a divisiones y miradas distintas contrapuestas, similar a lo que hoy estamos viviendo como Iglesia y sociedades.

Cabe entonces preguntarse: ¿Es posible el camino hacia una mayor Sinodalidad que supere las diferencias aparentemente irreconciliables para emprender un caminar juntos en la hermosa y multiforme diversidad de la Iglesia de Cristo?

Desde el corazón de nuestro mundo herido por la Pandemia de la Covid-19 y lo que ella revela sobre nuestro fracaso como humanidad intolerante-inequitativa-autodestructiva, donde los más vulnerables siguen siendo los más impactados (aquellos en quienes Jesús pone su mirada como los preferidos – sus bienaventurados), se hace imprescindible ensayar y consolidar nuevos caminos en nuestra misión eclesial.

Por ello ante la división y la tribulación traigo a colación estos parajes:

“Porque para mí la vida es Cristo y la muerte una ganancia… permanezcan firmes, unidos en un mismo Espíritu, luchando todos juntos por la fe del evangelio” (Filipenses 1, 21 y subsecuentes).

“Si de algo vale una advertencia hecha en nombre de Cristo, si de algo sirve una exhortación nacida del amor, si vivimos unidos en el Espíritu… llénenme de alegría teniendo unos mismos sentimientos, compartiendo un mismo amor…” (Filipenses 2, 1 y subsecuentes).

Algunos rasgos del complejo proceso sinodal

La invitación hacia una genuina Sinodalidad no comienza por un ejercicio intelectual ideológico, y mucho menos como una imposición que resulta de una pugna de fuerzas alrededor de pequeñas “verdades” que pretenden imponerse por encima de otras “verdades” igualmente limitadas.

Al contrario, la Sinodalidad se ha de producir a la luz de un grito profético en el desierto que nos llega como llamada a despertar como humanidad.  Es una invitación a discernir una nueva manera de ser y estar como Iglesia en medio del mundo, más fieles al Evangelio de Jesús y de su seguimiento.

El Papa Francisco planteaba ese grito profético de toda la humanidad en el momento más álgido de la pandemia (uno que aún no termina y que retorna con más fuerza en muchos sitios), en su bendición Urbi Et Orbi de Marzo 2020:

“Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos… Nos llamas a tomar este tiempo de prueba como un momento de elección… el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es”.

Por tanto, la ruta sinodal implica la afirmación de los sujetos en su diversidad, en toda su gama de rostros y miradas pluri-formes. El camino sinodal debe incluir tres condiciones imprescindibles: UNIDAD, CARIDAD y PAZ (CVII en Lumen Gentium Cap. 3).

Iglesia Amazonica

Lo que el Papa Francisco, retomando el Espíritu del CVII y del Magisterio, nos expresa sobre la Sinodalidad es que:

“El mundo en el que vivimos, y que estamos llamados a amar y servir también en sus contradicciones, exige de la Iglesia el fortalecimiento de las sinergias en todos los ámbitos de su misión. Precisamente el camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio” (Conmemoración del 50 aniversario de la Institución del Sínodo de los Obispos. Oct. 2015).

Algunas enfermedades-dinamismos contra la Sinodalidad

Es propicio hablar de enfermedades-dinamismos que atentan contra la unidad del pueblo de Dios y del espíritu de la sinodalidad. En este nuevo kairós eclesial debemos evitar estas tres enfermedades.

La primera, la ‘esclerosis sinodal – Farisaica’. En tiempos de Jesús, como espejo de nuestra realidad actual, los Fariseos se apartaron de todo aquel que no fuera fiel a la ley y a las tradiciones, con el anhelo de conformar comunidades cerradas autodenominadas como el resto fiel de Israel.

De hecho, su nombre significa «los separados», es decir, los santos, la verdadera comunidad de Israel. La cerrazón de estilo farisaico nos va endureciendo y encerrando en nosotros mismos. Es imposible caminar juntos, sinodalmente, cuando somos víctimas de la esclerosis sinodal.

Otra enfermedad es la misofobia sinodal – Esenia. En tiempos de Jesús los Esenios rechazaban a todo aquel que no perteneciera a su «secta». Consideraban corrupto el régimen sacerdotal del Templo. Todos cuantos no fueran ellos debían ser odiados como hijos de la oscuridad.

El amor y el respeto estaban reservados única y exclusivamente a los miembros de su grupo: los hijos de la luz. Cualquiera que pensaba diferente era inmediatamente rechazado y considerado indeseable.

Como resultado de las anteriores enfermedades en la Iglesia se produce el gnosticismo alienante. Este produce un sentimiento de separación, de superioridad. Genera una insuperable distancia entre el “nosotros”, poseedores de una verdad superior, y los “otros” incapaces de acceder a este grado de iluminación.

Sin duda una paradoja, ya que Jesús mismo bendice a los considerados alienados de su tiempo. La Sinodalidad, cuando es genuina, acorta distancias y produce comunión, y no lo contrario.

De hecho en Gaudete et Exsultate el Papa expresa:

El gnosticismo supone «una fe encerrada en el subjetivismo, donde solo interesa una determinada experiencia o una serie de razonamientos y conocimientos que supuestamente reconfortan e iluminan, pero en definitiva el sujeto queda clausurado en la inmanencia de su propia razón o de sus sentimientos»…. Esto puede ocurrir dentro de la Iglesia… Absolutizan sus propias teorías y obligan a los demás a someterse a los razonamientos que ellos usan.