Luis Antonio Rodríguez Huertas
Militante del partido Por Un Mundo Más Justo y bachiller en Teología

Solucionólogos


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Vivimos en momentos complejos y convulsos. Muy complejos y muy convulsos. DANAS incluidas. Aunque no soy de los que piensa que “cualquier tiempo pasado fue mejor”. De hecho, si tirásemos de hemeroteca… a buen seguro comprobaríamos que esta misma percepción se ha tenido hace 10, 20, 30 y más años. Sin embargo, vivimos en la cultura del presentismo y el pasado… pasado es.



No obstante, parece evidente que las circunstancias sociales, geopolíticas, ideológicas, climáticas, etc… próximas e internacionales, configuran en la actualidad un completo pack que genera grandes incertidumbres e interrogantes sobre el futuro cercano, no ya sólo el lejano.

Y una de las preguntas de calado es qué estamos haciendo ante todo ello.

Mafaldeando

Hace un par de semanas, tuve la oportunidad de participar en un encuentro de la HOAC, donde me invitaron a compartir en torno a la relación entre Evangelio y política. En mitad de mi exposición, tiré de una de esas viñetas de la siempre actual Mafalda en la que, en sus diálogos sugerentes con un globo terráqueo, intentaba transmitirle tranquilidad porque “en este mismo momento hay miles de tipos estudiando todos tus problemas: superpoblación, hambre, contaminación, racismo, armamentismo, violencia…” (seguro que hoy incluiríamos otros temas). Pero, en la imagen siguiente, volvía a mirar al mundo ya con cara más apesadumbrada y le decía: “Si, ya sé, hay más problemólogos que solucionólogos, pero ¿qué le vamos a hacer?”. Magistral Quino.

Estatua de Mafalda en Gijón

Solucionólogos/as

Y es así. Cunden -y sin faltarles razón en su hacer- personas, colectivos, instituciones, expertas en desenmascarar, diagnosticar y denunciar las causas y características de la crisis sistémica que padecemos (insisto… quizá desde hace mucho). Pero, nos falta gente, gobernantes… que apuesten decididamente por solucionarlos y, para ello, ofrecer itinerarios plausibles y eficientes.

Posiblemente, quien me conozca me identifique como una persona “utópica”. No me molesta el apelativo. Todo lo contrario. Pero ser utópicos/as -que “habemos” muchos/as-, para nada está reñido con ser conscientes de la necesidad de tocar la realidad y buscar soluciones concretas a los problemas concretos. Y eso, hoy en día, necesita de grandes dosis de utopía, que nos empujen a no tirar la toalla.

Porque las soluciones de verdad, las duraderas, las que no son “parches” hasta la siguiente emergencia, crisis o legislatura… pasan por aspiraciones tan utópicas como la búsqueda conjunta y con rigor de la verdad de las cosas, la postergación de los intereses personales a la construcción del bien común, el “someter” a los propios egos para que no condicionen el actuar político y social, el ser capaces de construir con aquellas personas y organizaciones que tradicionalmente han sido “mis enemigos/as”, etc. Las soluciones, esa es mi apuesta sincera pasan, por ahí.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (2i), junto al rey Felipe (i), el presidente de la

Sin ir más lejos, en la tragedia vivida en Valencia… ¿han ejercido/están ejerciendo Sánchez, Mazón, Felipe VI…. y resto de personas con responsabilidad en la gestión de la situación, como solucionólogos o, incluso, todo lo contrario?

Ya lo he hecho alguna vez, pero recomiendo leer “Historia universal de las soluciones”, de José Antonio Marina. Lleva como subtítulo “En busca del talento político” (¡!).
Quizá sería un buen regalo de adviento para las personas que he nombrado en el párrafo anterior.
Buscaré sus direcciones.