En el pasado festival de Eurovisión, Finlandia, representada por el grupo The Rasmus, participó con una canción titulada ‘Jezabel’. En ella se habla de una ‘femme fatale’ que “caza” de noche y cuyo beso final deja una cicatriz, que abandona a su amante con las manos atadas –como Jesús en la cruz– y deja su nombre escrito con lápiz de labios en el espejo. Asimismo, en 1938, William Wyler dirigió la película ‘Jezabel’, en la que Bette Davis interpretaba a una mujer temperamental y dominante cuyo vestido rojo escandaliza a todos los presentes en un baile de sociedad.
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Jezabel es un personaje bíblico que cumple a la perfección el papel de “mala” de la película, debido a su relación con la idolatría. Hija del rey sidonio Itobaal, se casó con Ajab de Israel y persiguió al yahvismo –representado singularmente por el profeta Elías–, acabando de mala manera, como corresponde al esquema en blanco y negro de buenos y malos.
La maldad de Jezabel
Precisamente, la escena de la muerte de Jezabel pone de relieve su maldad “femenina” (un desgraciado cliché presente tanto en la Biblia como en muchas culturas antiguas). Cuando el general Jehú, que acaba de dar un golpe de Estado, llega al palacio de Jezabel, esta “se pintó los ojos con antimonio, se adornó la cabeza y se asomó al balcón. Cuando Jehú llegó a la puerta, gritó ella: ‘¿Te va bien, Zimrí, asesino de su señor?’ Jehú alzó la vista hacia el balcón, preguntando: ‘¿Quién está conmigo? ¿Quién?’ Dos o tres eunucos miraron hacia él y él les ordenó: ‘¡Arrojadla!’ Entonces ellos la arrojaron y su sangre salpicó los caballos, que la pisoteaban, y también las murallas” (2 Re 9,30-33).
¿Por qué Jezabel se pinta los ojos y se arregla cuando sabe perfectamente que se acerca su final? No parece que fuera para seducir a Jehú, ya que le insulta llamándole “Zimrí”, un golpista que duró solo siete días. Quizá simplemente se quiere subrayar su maldad vinculándola con el ornato femenino, algo mal visto en aquella sociedad, como queda resaltado en esta diatriba del profeta Isaías contra las “malas mujeres” de Jerusalén (que probablemente representen a las ciudades vasallas de la capital): “Las hijas de Sion son altaneras, andan con el cuello estirado, echando miradas seductoras, caminan con pasos menudos y hacen sonar las ajorcas de sus pies, por eso cubrirá el Señor de costras sus cabezas, dejará el Señor sus sienes a la vista. En aquel día les quitará el Señor sus adornos: ajorcas, bandas y lunetas, pendientes, brazaletes y velos, diademas, cadenillas, cinturones, frascos de perfumes y amuletos, anillos y argollas, trajes de fiesta, mantos, chales y bolsos, espejos, túnicas, turbantes y mantillas. En lugar de perfume habrá olor de podredumbre; en lugar de cinturón, cuerda; en lugar de rizos, calvicie; en lugar de amplio manto, un saco estrecho, y en lugar de belleza, una marca de fuego” (Is 3,16-24).