Es claro que el debate sobre el tema de género al interior de nuestra estructura eclesial ha tenido un camino accidentado e inacabado, que genera acaloradas discusiones. Recientemente, hemos encasillado al tema en el rincón de las ideologías.
- ¿Quieres recibir gratis por WhatsApp las mejores noticias de Vida Nueva? Pincha aquí
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
No pretendo abrir polémica trayendo a la mesa el feminismo, tampoco las causas en contra de la vida. Lo que más bien sugiero es ir por partes, desde hace un par de décadas muchas causas han sido visibilizadas por el movimiento feminista. Pero propongo que este 2021 sea un momento para desideologizar el debate y entender que el tema de la desigualdad y la violencia estructural que tanto nos afecta a las mujeres se ha convertido en un problema público grave y agudo, mucho más visible durante la pandemia y con secuelas que deben preocuparnos.
Dejo aquí dos datos:
- La violencia por motivos de género, de acuerdo a los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en 2020 se disparó hasta un 130% durante la pandemia. Cuando hablamos de violencia de género hacemos referencia a un concepto que internacionalmente ha ganado claridad desde la Convención para la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujeres (desde 1992). Así, la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, en su articulo 1, dispone que la violencia contra las mujeres es una manifestación específica de la violencia de género, y se define como “cualquier acción o conducta, basada en su género, que le cause daño físico, sexual o psicológico, tanto en el ámbito público como en el privado”. Esto incluye la violencia física, sexual y psicológica que tenga lugar en la comunidad y sea perpetrada por cualquier persona, y que comprende, entre otras acciones, violación, abuso y acoso sexual.
- Las crisis económicas siguen afectando desproporcionalmente a las mujeres. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) ha resaltado que la pandemia de Covid-19 ha generado un marcado retroceso de más de una década en los niveles de participación laboral de las mujeres en la región. Esta tendencia es confirmada por la Organización Mundial del Trabajo, advirtiendo que datos de Brasil, Chile, Costa Rica y México muestran que las mujeres con hijos que viven en pareja han experimentado descensos más pronunciados que los hombres en la participación en la fuerza laboral. La caída está relacionada con la pandemia y es más pronunciada en el caso de las mujeres que viven con niños menores de seis años. Este dato nos indica que la cadena de cuidados resulta en una doble carga para las mujeres.
Las causas de estos problemas estructurales que ponen en desventaja a las mujeres son sumamente complejas. Superar nuestro punto ciego puede ser posible si nos damos la oportunidad de hablar más de esto desde una mirada multidisciplinar como lo hecho con muchos otros temas que en principio parecían irreconciliables.