Me gusta mucho el desayuno, especialmente en los días de descanso o vacaciones, cuando no nos azuza el límite del tiempo o las prisas, cuando te has podido despertar naturalmente, sin el pitido del despertador a la espalda. Quizá me gusta porque es esa primera actividad del día que te aporta energía, que da el tono al inicio de la actividad. Un mal desayuno es un mal comienzo. Disfrutar el desayuno es la mejor manera de iniciar la jornada y lo que nos vaya a traer.
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Además, no hay nutricionista que no insista en la importancia de este momento. Iniciar la actividad sin haber desayunado en condiciones puede traernos una hipoglucemia que menguará nuestra capacidad de atención, concentración y memoria. Más aún: si no desayunas adecuadamente, con seguridad tendrás más hambre a media mañana y acabarás comiendo lo que no debes o en la cantidad que no te conviene. Será más probable que comas, pero no te alimentes; o que te dejes llevar por la apetencia de un “mediamañana” cualquiera y acabes engordando en vez de nutriéndote.
Como la vida misma. Después de un tiempo prolongado de ayuno, de abstenerse de algo que nos nutre, sea por la razón que sea, hay que des-ayunar, hay que alimentarse… Antes o después.
¿Ayuno?
La vida cotidiana, por equilibrada y feliz que sea, conlleva ciertos ayunos. Cada uno sabe. Quizá unos meses en que algún asunto nos ha tenido más ocupados de lo habitual o más “dormidos” (y durmiendo no se come, recordemos). Quizá una época en que nos hemos acostumbrado a renunciar a algo bueno (ayunar) y ya ni siquiera sabemos por qué lo hicimos. Quizá un tiempo en que sin darnos cuenta hemos dejado de “alimentarnos” y nos hemos convencido que nos vale la mejor ‘fast-food’ o unas ‘chuches’ de vez en cuando. O igual llevas toda la vida de ayuno y ya es el momento de des-ayunar… de lo que sea que te va a dar energía de la buena para el resto de la jornada.
A veces la vida nos trae ayuno de relaciones, de creatividad, de vida, de sueños, de afecto, de profundidad, de silencio, de alegría, de ternura, de complicidad, de compromiso… ¡Puede haber tantos motivos!
Pero también la vida nos trae –en algún momento– ese alimento rico que nos permite des-ayunar. El tiempo de vacaciones o de descanso podría ser una gran ocasión. Tiempo de des-ayunar. Tiempo de elegir cómo, cuándo y con quién alimentarnos.
A veces la vida nos regala des-ayunos fantásticos. Otras veces tenemos que procurarlos, buscarlos y elegirlos. En todo caso: feliz tiempo de des-ayuno. Feliz tiempo de alimentarnos, de no conformarnos con vegetar o creer que no hacer nada, por sí mismo, nos va a descansar. No vayamos a caer en una hipoglucemia vital, de esas que no nos matan de entrada, pero nos debilitan y van apagando el brillo en los ojos. Es tiempo de des-ayunar. Y si además puedes preparar el des-ayuno a quien quieres y dejar que alguien te lo prepare a ti…., entonces eres, muy, muy afortunado.