En los últimos días he invertido algún tiempo en tirar y ordenar papeles y he podido comprobar una vez más la cantidad de cosas innecesarias que vamos acumulando. Me he encontrado con documentos que traje cuando vine a vivir a mi actual comunidad. Los guardé convencida de su interés y de que necesitaría consultarlos obligatoriamente en algún momento. A pesar de su supuesta utilidad, no los he revisado en los seis años que llevan ocupando el mismo espacio en el que los dejé al llegar. Quizá esto mismo nos sucede con realidades mucho más importantes que unos simples papeles.
Me pareció que el contenido de esos documentos que conservé podía iluminar mi vida, ser un recurso a consultar con frecuencia o incluso convertirse en una herramienta útil en el día a día, pero está claro que no era así en la práctica. En otros ámbitos también nos pasa, porque la importancia que adquiere para nosotros todo aquello que nos rodea, incluidas las personas, no se muestra en lo que pensamos sobre ellas, sino en el papel real que ocupan en nuestras existencias cotidianas. Nuestros discursos ideológicos no siempre caminan de la mano con nuestras pequeñas decisiones diarias, por más que estas últimas sean las que van perfilando y amoldando la existencia de modo discreto y constante.
Mientras rompía esos papeles acumulados me preguntaba qué y quiénes son realmente importantes para mí. Me planteaba cuáles son los criterios, valores, ideas, personas o principios que “decoran” mi existencia real, transformándose en elementos esenciales a los que recurro de modo constante en lo cotidiano. Esas son las realidades que, sin duda, me siento invitada a cuidar, conservar y no dejar que se les acumule el polvo por no recurrir a ellas ¿cuáles son las tuyas?